Capítulo 23

4.4K 418 23
                                    

Mis padres no han dicho ni una sola palabra, y aunque quisieran no podrían, yo tampoco lo haría, no sabría que decir. La impresión de volver a verlos aún sigue latente, y aunque ahora estamos en la sala, —que si soy sincera, no sé en qué momento entramos a la casa—Sigo igual de impresionada y temerosa.

Mis sobrinos—porque estoy segura de que lo son—no dejan de hacer preguntas, me abrazan y sonríen como si me conocieran de toda la vida. Verlos frente a mi cuando creí que nunca más podría tener el privilegio resulta doloroso, pero a su vez me llena de esperanza. Saber que tengo otra sobrina y que hasta ahora pude conocer me hace ser mucho más consciente de la pérdida, de lo sola que viví durante todo este tiempo que me mantuve alejada de mi familia, la vergüenza que siento me impide mirar a los ojos a mis padres y hermana. Aún así, desde el instante en el que los reconocí lo único que he deseado hacer es lanzarme a sus brazos y llorar como cuando tenía siete años y me caí de la bicicleta. Recuerdo a mamá sentada en las escaleras con mi cabeza en su regazo acariciando mi cabello mientras lloraba por horas, ese día no sufrí una gran lección, pero las burlas de los niños del vecindario me mantuvo triste por el resto de la tarde, cuando papá llegó del trabajo el regazo de mamá fue sustituido por el suyo, ver a su hija en aquel estado escapaba de su control, fue mi hermana que con pocas palabras amenazando con golpear a los chicos que se rieron de mí logró que mi llanto cesara. Al final de la tarde terminamos en la cocina haciendo Brownie y entre anécdotas divertidas de mis padres olvidé todo el accidente. Ver sus cabellos desteñidos y sus caras con más arrugas de las que recordaba me causa una profunda tristeza haciéndome consciente de todo el tiempo que perdí lejos de ellos. Duele conocer esta nueva realidad donde parecemos unos completos desconocidos, y es justo en ese momento cuando la realidad se torna todavía más dolorosa al caer en cuenta de que mi bebé tiene unos primos que posiblemente no habrían conocido de no ser por William. Sé que él ha tenido que ver con el hecho de que mis padres se encuentren frente a mi, recuerdo la promesa que Tereza me hizo realizar. Al mirarlo veo el miedo reflejado en sus ojos dándome entender que le asusta que ellos puedan hacerme daño, miedo a que salga lastimada, a que este reencuentro en vez de paz, traiga consigo tormenta. También siento ese miedo, estoy aterrorizada de que mi familia no pueda perdonarme.

Todos estos años me escondí bajo la excusa de que mamá me amenazó con que no volviera a la casa si abandonaba la universidad y decidía casarme con el que fue mi esposo. No sé qué excusa podría presentar ahora, pero la verdad no justificaría el abandono de ambas partes. Los observo con unas inmensas ganas de abrazarlos, no obstante, no me atrevo a acercarme por temor a que me rechacen. No lo soportaría.

—¿Quieren helado?—Interviene Cristián con la intención de poder alejar a mis sobrinos. Ellos asienten y caminan tomados de sus manos.

—Estarán bien—Hablo por primera vez dirigiéndome hacia mi hermana que observa el lugar por el que han salido sus hijos. Asiente colocándose de pie quedando cerca de mi. Sus ojos me escudriñan con intensidad y lágrimas silenciosas comienzan a deslizarse por sus mejillas.

—Te extrañé—envuelve sus brazos a mi alrededor dejando escapar un fuerte sollozo acompañado de otro y otro más. Llora y la acompaño aferrada a ella temiendo que pueda desaparecer. Una mano acaricia mi espalda haciéndome alzar la cabeza para encontrar a mi padre con sus ojos tristes observándonos con añoranza.

—Papá—Exclamo lanzándome a sus brazos sin poder resistirlo más y siendo recibida sin obstáculo alguno.—Perdóname papá, no quise que sufrieras por mi. No quise hacerles daño—Dirijo la mirada hacia mi madre quien también se ha acercado.

—Perdónanos tú, hija—Expresa con pesar mi madre—No sabes cuánto he rezado deseando algún día poder verte y decidirte lo arrepentida que estoy.—Confiensa—Lloré noches enteras pidiéndole a Dios por ti, para que estés bien y que algún día podamos encontrarte. Yo no...

No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora