15 | Código naranja.

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Jamie

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Jamie

Los días se avecinaron uno tras otro en la revolcada vida que comenzaba a tener; y sin darme cuenta habían pasado casi dos semanas.

Con el caso no hemos progresado mucho; comprobamos que el cuarto de mantenimiento no sólo no está a la vista de las cámaras, sino también parece ser una especie de lugar secreto que según nuestras sospechas, debe tener alguna entrada que sólo la botarga —o quien esté dentro— conoce.

Pero eso no es vital ahora, pues actualmente trotaba sin cautela por las calles en dirección a la casa de Asher. ¿Por qué? No tengo idea, sólo me envió un mensaje diciendo que tenía un código naranja. ¡Naranja!

Y usó mayúsculas, eso es aún peor. Dejé el orgullo de lado por él, ya que como recordarán me causó problemas con Marcus la última vez, ¿por qué tenía que provocarlo y empezar una discusión?

Volviendo al tema, quise preguntarle qué ocurría, sin embargo no volvió a conectarse. Tomé mis llaves, le grité a Nana que volvía más tarde, y salí como un perro tras su hueso.

Verán, él y yo solemos clasificar las emergencias en una escala del verde al rojo, donde verde es una emergencia pequeña y sin mucha importancia, y rojo es peligro inminente, incluso a nuestra integridad.

Llegué a su casa y toqué dos veces seguidas el timbre. Su característico sonido llegó a mis oídos.

—¿Quién es? —se oyó del otro lado de la casa una voz chillona con la que hice una cara de extrañeza.

—¿Jamie? —quise afirmar, sin embargo me salió como una pregunta.

—¡Denegada!

Fruncí el ceño. ¿Qué rayos estaba pasando ahí?

Es ahora cuando me doy cuenta de que hay bastante ruido al otro lado de la puerta, parece una fiesta de niños. Luego de balancearme en el porche, me decidí por tocar el timbre una vez más. Esta vez, y por suerte, Rox me abrió.

—¡Jamie! —exclamó al verme— ¿Qué haces aquí? ¡Entra!

Nos dimos la bienvenida con un fuerte abrazo y crucé la puerta, encontrándome con carros de juguete en la alfombra, trozos de pizza en platos desechables y... Oh no.

—¡Sus primos! —voceé y Rox, hermana de Asher, por cierto, asintió con una mueca.

—Vinieron hoy, van a quedarse el fin de semana —contó, alzando la voz para que la escuchase entre todas las voces—. No sé en qué estaban pensando mis papás cuando aceptaron.

Y era cierto, la sala estaba deshecha, literalmente. El par de hermanos de parte de su mamá estaban conversando alegremente en los sofás mientras los tres niños en total, hacían y gritaban de todo en la ahora estrecha área.

¡Ya entiendo por qué el código naranja! ¡Ellos son unos diablillos! Ahí estaban los peores: La insufrible Gaia, el preguntatodo, Dollan y Betsie, alias "La muñequita de porcelana".

Inconclusos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora