Capítulo I: Pilar de las flores

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Fría era la noche a las afueras de un humilde poblado, la tragedia había llegado a ese lugar desde hace un mes, en donde casi todos los niños habían sido devorados por alguna criatura extraña.

En varios casos solo encontraban trozos de telas, partes de la vestimenta de los niños, y en algunos casos llegaban a encontrar lo poco que quedaba de los niños.

La última víctima fue una pequeña de doce años, fue hallada a las orillas del rio, le faltaba una pierna y parte de las costillas, además de mostrar heridas profundas producidas por unas fauces provistas de dientes como cierras.

En este último caso, el señor feudal que residía en el poblado pidió ayuda de las autoridades para dar caza a la bestia, su llamado no fue respondido por las autoridades pertinentes, pero llamó la atención de un grupo particular de personas que se ofrecieron en enviar a alguien a ese poblado para que se encargara del problema.

Dos días después, al atardecer, una misteriosa joven de oscuros cabellos largos que le llegaban hasta la cintura, con dos adornos a cada lado de la cabeza con forma de mariposas verdes con bordes rosados, que hacían juego con el Haori que portaba el cual tenía los patrones de una mariposa.

La joven se presentó ante el señor feudal, el hombre arqueo la ceja al ver a la muchacha de sonrisa amable y ojos cálidos ante él.

― ¿Tú te encargaras de la bestia? ― Preguntó el señor feudal señalándola con el abanico que tenía en su mano derecha.

La muchacha asintió manteniendo sus manos sobre sus rodillas.

― Sí, mi nombre es Kanae Kocho, he venido darle fin al demonio. ― Exclamó la joven con una particular voz, la cual se asemejaba a la de una sirena intentando engatusar a un despistado marinero.

― ¿Quieres que envié a algunos hombres para que te ayuden? ― El señor feudal hizo un ademan con la mano, como si invitara a pasar a alguien, y de los costados, tras unas cortinas doradas, salieron unos jóvenes con armadura y lanzas en las manos―. Ellos te pueden ayudar, son mi guardia personal.

― Es usted muy amable, pero, no necesito ayuda para realizar esta misión. ― Kanae miro a los jóvenes sin quitar su tranquila sonrisa de sus suaves labios, tenuemente rojizos, y continuo―. Si son su guardia personal será mejor que se queden para cuidarlo, esa es su labor después de todo.

Todos se echaron a reír, no pudieron controlar su risa después de haber escuchado hablar a la joven, no obstante, el señor feudal se mantenía expectante.

― Sera peligroso, una joven no debería ir sola, pero si es lo que deseas. ― El hombre apuntó la salida con su abanico cerrado.

― Gracias por entender. ― Kanae asintió, hizo la pertinente reverencia y se puso de pie.

El señor feudal veía intrigado a la joven, esta le había dado una vibra pacifica, como si se tratase de una delicada flor que no sería capaz de hacerle daño a alguien.

Mientras tanto, en el bosque unos ojos amarillos relucían en la penumbra, con paso seco sobre la tierra y de entre los matorrales, aparecía el responsable de todas estas muertes, un demonio con la apariencia de una niña, con los ojos amarillos un único cuerno saliendo del lado izquierdo de su frente y el cabello largo que concluía en puntas rojas.

Se acercaba con cautela al pequeño muro de tres metros que rodeaba todo el pueblo, estaba dispuesta a saltar y escabullirse por la ventana de la casa más cercana y así tomar al último niño que quedaba vivo en el pueblo. << Uno más, este es último, después de esto me iré a otro poblado con más tiernos niños.>> Pensaba con malicia mientras aspiraba con fuerza el aire, detectando a su jugosa presa. Cuando estaba dispuesta a saltar, alguien la detuvo.

El ocaso de las floresWhere stories live. Discover now