Capítulo III: Tranquilidad.

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Por la tarde, el olor de las flores entraba por las ventanas de la finca mariposa, perfumando todas las habitaciones con ese agradable aroma del verano.

Aoi y Kanao preparaban la cena, cortaban el rábano y hervían el salmón, mientras que las más jóvenes descolgaban las sabanas y fundas de las almohadas para cambiarlas.

Mientras pasaban por las habitaciones escucharon el regaño de la menor de las Kocho hacia su hermana.

― Shinobu está molesta de nuevo.

― Sí, Kanae regreso de su misión, parece que está herida.

En ese mismo momento, Shinobu atendía una herida que su hermana se había hecho en el pecho por el combate de la noche anterior con el demonio.

Kanae estaba arrodillada sobre un cojín frente a una pequeña mesa en la que estaban los implementos médicos que Shinobu estaba utilizando, cómo gasas con algodón, alcohol y esparadrapos.

Shinobu ya había terminado de limpiar la sangre seca sobre la tersa piel de su hermana, le había retirado las vendas que cubrían sus pechos y a un lado tenía las nuevas para colocarle.

― ¡Hermana! ― Exclamaba Shinobu preocupada―. No puedes bajar la guardia ante los demonios.

― Pero...― Intentó refutar, no obstante, Shinobu estaba molesta y la interrumpió.

― Pero nada. No importa lo que digan, son seres cobardes y mentirosos que harán lo posible por engañarte. ― Shinobu comenzó a rodear el tórax de su hermana con las vendas, yendo desde abajo hacia arriba hasta taparle por completo los senos―. Dime que tendrás cuidado esta noche, por favor dime que no bajaras la guardia.

Kanae sonrío alegremente y dejo caer su mano sobre la cabeza de su joven hermana.

― Descuida, tendré cuidado.

Ligeramente ruborizada, la más joven de las Kocho exclamó.

― Bien. ― Shinobu guardo los algodones con los que había limpiado la herida. La mirada de la joven se fijó en el uniforme percatándose de la ausencia del botón superior y el remplazo del imperdible―. ¿Quién arregló tu uniforme?

― Ah, fue Shinazugawa, él me ayudo a...

Shinobu golpeó la mesa con ambas manos haciendo que su hermana se quedara muda por un segundo.

― ¡Shinazugawa! ― Shinobu levanto la voz y se puso tan roja como un tomate, probablemente en toda la finca se escuchó su grito.

Aoi que estuvo en la cocina sintió como un escalofrió la recorría.

― Shinobu está furiosa. ― Dijo ella mientras echaba el rábano en la olla.

Kanao la miro fijamente y asintió con un rostro inerte e inexpresivo.

― Sí, fuel él, pero no es malo. ― Se excusaba Kanae mientras poniéndose de pie.

― No se trata de que sea bueno o malo, el sujeto no mide sus acciones, es impulsivo e irrespetuoso. ― Shinobu fue tras ella.

― Son primeras impresiones, cuando lo conozcas bien sabrás que él no es malo en realidad. ― Comentaba Kanae, la joven abría los cajones de su cómoda en busca de su otra chaqueta.

― ¿Por qué lo defiendes? ― Exclamaba Shinobu tras de su hermana―. No entiendo.

Kanae soltó un prolongado suspiro y con las mejillas un poco ruborizadas comentó, dándose la vuelta.

― Cuando seas mayor lo entenderás. ― Kanae acaricio la mejilla de su hermana para luego pasar de largo hacia la puerta―. Por lo pronto, asegúrate de crecer más―. La muchacha soltó una risita a la par que veía a su hermana con una expresión tranquila en sus ojos.

El ocaso de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora