Capítulo II: Caminos divididos

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Mientras volvían de la misión, Sanemi Shinazugawa y Kanae Kocho iban platicando por un sendero, él fingiendo estar aburrido con las mejillas sonrojadas por las palabras de la joven, y ella endulzaba cada oración con esa voz tan suave como la seda.

— Y fue un problema, muy bochornoso para mi hermana, las sabanas estaban manchadas y su primera reacción fue llorar y gritar, diciendo "Me estoy desangrando", nuestra madre tuvo que intervenir y explicarle que era algo normal, que era el primer paso para ser una mujer, ella era muy joven, pero entendió y se tranquilizó. — Kanae soltó unas risitas llenas de nostalgia.

Shinazugawa tenía la vista apartada, mirando a los campos de arroz, ocultaba su vergüenza ante la mujer, completamente sonrojado y la cabeza a punto de votar humo.

— ¿Todo bien Shinazugawa-San?

El hombre volvió en sí, y con las mejillas aun sonrojadas miro a la joven a los ojos, sin decir nada.

— ¿Estas rojo? ¿Tienes calor? Podemos ir por la sombra si deseas. — Exclamó la joven tomándolo con delicadeza de la muñeca. El joven, al sentir el roce de la tersa piel de la muchacha se sonrojo aún más—. Hoy el día esta hermoso, pero hace mucho calor.

— Sí. — Dijo, cortante y distante.

Cuando estaban por llegar al pueblo más cercano, ambos cazadores pudieron divisar a un anciano arrodillado, el cual se aferraba de un costal con coles, nabos y zanahorias, del otro extremo había un joven, de unos 25 años, el cual zarandeaba al anciano, en un intento por arrebatarle el saco.

Kocho se apresuró para auxiliar al anciano, a su lado, estaba Sanemi sujetando el mango de su espada, dispuesto a dar una reprimenda al bravucón. Este al darse cuenta de la presencia de los jóvenes soltó al anciano, alzó los puños amenazantes y aclarando la garganta, dijo.

— ¡No se metan! Este no es su...

El sujeto, de ropa curtida y rostro con cicatrices, se quedó callado a media oración al sentir el puño de Shinazugawa estampando contra su mejilla, borrándole la mueca de un golpe.

— ¿Señor se encuentra bien?

Kanae se puso en cuclillas a un lado del anciano, por otro lado, Sanemi se había arrojado sobre el ladrón y le había sujetado el brazo y torcido hacia atrás, haciéndole una llave.

— ¡No! ¡No! ¡Suéltame por favor! — Lloraba el muchacho, entre lágrimas y balbuceos, con los labios temblando.

A Sanemi solo le bastó girar la muñeca levemente hacia la izquierda como para que los huesos empezaran a crujir, haciendo que cedieran las articulaciones y distendiendo los músculos.

— ¡Mi Brazo! ¡No! ¡Detente! ¡No lo volveré a hacer! — Zapateaba y estiraba las piernas en un intento por liberarse, sin éxito, el dolor lo había abrumado al punto que estaba a punto de perder la conciencia.

— Shinazugawa, ya es suficiente. — Comentó la joven.

— ¡Eh! ¡Lo dudo! Este sujeto aún se resiste, aun quiere luchar, y le daré el gusto. — Los ojos de Sanemi estaban entrecerrado, una macabra sonrisa se había formado en su rostro, al pilar del viento le gustaba hacer el papel del antihéroe cuando se le presentaba la oportunidad.

— ¡Shinazugawa!

La cazadora le dio un gesto de desaprobación, de inmediato, el joven de cabello blanco torció el rostro y soltó al bravucón.

— Lárgate. — Gruño con rudeza—. Y no vuelvas. Si te veo juro que te romperé los dedos.

El hombre sintió como cada parte de su brazo volvía a la posición normal, con el rostro sobre la tierra, giro lentamente viendo directamente los ojos neuróticos del pilar del viento, esto fue motivo suficiente como para salir corriendo a toda velocidad y dejar atrás una nube de polvo.

Kanae estaba ayudando al anciano a levantarse, le había quitado el polvo de los harapos que llevaba por ropa y le alcanzó su bastón.

— Ya está listo señor. — Comentó la joven con su dulce y armoniosa voz.

— Muchas gracias, señorita.

El anciano siguió su camino, pero antes, se despidió de la joven con un abrazo e intento hacer lo mismo con Sanemi, pero este no acepto el gesto.

— Que amable señor. — Comentó Kocho con una fina sonrisa—. ¿No crees?

Sanemi se mantuvo en silencio, con una mirada serena, poco común en él.

— Kocho. — Exclamó el joven, después de lo cual, le dirigió una mirada con un semblante apagado en el rostro—. No deberías de ser tan amable, no solo con los matones—. Shinazugawa señalo el escote de la joven, en donde se asomaban las marcas de garras del enfrentamiento anterior—. Te conozco Kocho, tu carácter es demasiado blando, debes de tener mayor determinación, eres un pilar ¿Qué sucedería si hubiera vidas en peligro?

Kanae no bacilo, se paró frente a Shinazugawa, y con un mirada fija hacia el muchacho exclamó.

— Estoy dispuesta a pelear, con mi vida en la mano y la espada en la otra, no dudaré en asesinar a un demonio, pero no dejare mi humanidad a un lado. — Dio un paso al frente, Sanemi se paró más derecho—. Los demonios fueron seres a los que se les arrebató la humanidad, eran humanos, y mis sentientes apelan a ese lado, pero mi espada apelara al lado de los demonios, para escuchar sus últimas palabras antes del fin.

El pilar del viento había enmudecido, no solo por las determinadas palabras de la joven, sino porque no lograba comprender como aquellas palabras eran dichas por una joven con un rostro tan dulce y una voz tan serena, carente de ira.

Kanae tomó las manos de Shinazugawa, las estrechó con delicadeza, y agregó con una sonrisa.

— Gracias por preocuparte por mí.

Sanemi tartamudeo, titubeo y balbuceó, para que al final pudiera decir.

— Sí.

Kanae soltó al joven y siguió con su camino, Sanemi sentía el corazón acelerado y estaba al borde del desmayo, ningún entrenamiento lo había dejado tan agitado como se sentía ahora.

Después de haber parado en restaurante, ambos siguieron caminando por un rato, hasta que sus caminos se tuvieron que separar.

El ocaso de las floresWhere stories live. Discover now