XX. Los hermanos del engaño

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— ¿Has visto a Pluto? - preguntó Hécate con impaciencia - Necesitaba que me trajera unas hierbas para una poción pero no lo encuentro por ningún lado.

— No lo he visto desde anoche, luego del extraño temblor - comentó la diosa del descanso con serenidad - Un espectro apareció de repente solicitando su presencia en los campos de Asfódelos. Al parecer hubo unos cuantos colapsos en las minas de oro y de diamante. ¿Pasa algo malo? No recuerdo que Hypnos me haya comentado sobre un suceso así anteriormente... - continuó Pasitea con curiosidad mientras intentaba podar el jardín, pues las amapolas estaban tan crecidas que bloqueaban la entrada al Palacio de Diamante.

Hécate se sonrojó al recordar lo que había visto la noche anterior: el rey del Inframundo y la diosa de las flores enredados muy cariñosamente entre unas negras sábanas. 

— Hécate, ¿estás bien? Pareciera que te subió la temperatura... - El don de Pasitea para leer mentes era débil pero tuvo un presentimiento de lo que Hécate estaba pensando en ese momento. - Hécateee... ¿me estás escondiendo algo? ¿Tú sabes el motivo del temblor y de este desastre verdad? - exigió señalando su frondoso jardín abarrotado de flores.

— Emmm... pues sí, sé el motivo de esto... pero no se lo digas a nadie, ¿de acuerdo? - Pasitea sonrió emocionada luego de escuchar el relato de Hécate sobre la reconciliación de Kore y Hades. 

— ¡Ay, qué emoción! ¡Sabía que no estarían mal por mucho tiempo, y es perfecto así los jueces no podrán tener un motivo para expulsar a Kore!

— Bueno... pero prometiste no decirle a nadie. No quiero que se arme un revuelo en el Inframundo con este tema. No todos son de fiar, y por supuesto no debe enterarse Hermes o cualquier otro que pueda dispersar esta información fuera de este reino, ¿Ok? - ordenó con tranquilidad la diosa de los fantasmas.

— Mis labios son una tumba. - dijo Pasitea cosiendo su boca de forma invisible. 

— Bueno, querida Pasi, debo marcharme. Creo que las hierbas tendrán que esperar a que Pluto termine su trabajo - suspiró frustrada

— ¿No puedes ir a la superficie tu misma? - preguntó curiosa

— No, son hierbas especiales. Sólo Deméter sabe dónde conseguirlas, y desde que desapareció todo en la superficie está muriendo. Las ninfas no me quieren abrir las puertas del castillo de Deméter siquiera, y no sabría dónde buscar. - explicó angustiada la diosa de las brujerías.

— ¿Qué crees que Deméter opine de la unión de Kore y Hades? - preguntó con tristeza.

— No lo sé...pero seguramente empeoraría aún más el estado de la superficie... - Hécate imaginaba en su mente cuántas almas mortales inocentes debían estar sufriendo en esos momentos por la tristeza de la diosa de las cosechas.

A Pasitea se le anegaron los ojos de lágrimas, preocupada tanto por Kore cómo por los humanos. Hécate la abrazó para consolarla.

— No te preocupes, todo mejorará... No creo que las Moiras hayan reunido a esos dos para hacerlos sufrir de ese modo... - dijo aún abrazándola con fuerza y acariciando su espalda. Pasitea suspiró profundamente e intentó secarse las lágrimas. 

— Eso espero... - trató de esbozar una sonrisa y luego siguió con su guadaña de mano tratando de podar los tupidos arbustos de flores de su jardín. 

— No trabajes demasiado. Debes cuidar a ese pequeño, ¿está claro? - le aconsejó Hécate poniendo una mano sobre el pequeño vientre de Pasitea y sintiendo el aura alegre del pequeño heredero de Hypnos. Se despidió de la diosa del descanso y se dirigió en dirección al castillo de hades. - Eso espero Moiras... eso espero - susurró para sí misma con pesar mientras todas las dudas y misterios que daban vuelta por su mente invadían sus sentidos. 

Una flor para HadesTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang