2: Sabor a lluvia. ✔

686 36 2
                                    

2: Sabor a Lluvia.

Cuando camino por la calle bajo la lluvia siento como si estuviera en una película, se siente tan mágico y natural. Amo levantar mi mirada y ver como estoy protegida por mi paraguas. Tan solo escuchar las pequeñas gotas golpear contra la tela me hace sentir relajada. 

  Pero, todo es mejor cuando ese paraguas se comparte, cuando de pronto no eres la única que esta protegida de la lluvia, cuando un abrazo de esa persona remplaza todo y te saca de este mundo. ¿No estoy en lo cierto? 

 Me quedo bajo el techo del instituto; no tengo paraguas, no tengo nada con que protegerme de la lluvia y aunque me gustaría bailar bajo de la tormenta, soy conciente que me empaparía. Cuando estoy así de aburrida me gusta contar los colores de los paraguas: dos rojos, tres azules, cuatro negros, diez transparentes.  

Empecé a enfadarme y a retarme a mi misma por no haber traído uno. No era tan paciente como para esperar hasta que pare de llover —aunque no creo que lo haga—. Conté hasta tres y salí corriendo con mi bolso en mi cabeza; en el primer intento me resbalé y caí, me dolió mucho y me sigue doliendo. Miro mi ropa, está estropeada por el barro. Trato de levantarme del suelo pero de pronto ya no siento las gotas caer sobre mí, alcé mi mirada y ví sus lunares.

—Estás toda empapada —me avisó mientras sostenía su paraguas sobre mí para que no me mojara.

—Si, porque está lloviendo —dije y odié la forma en que mi voz salió de mi boca. 

— ¿Quieres pescar un resfriado? —me preguntó y luego dijo— porque eres un azuelo fácil.

  Lo miré algo ya cansada y él sonrió como una idiota. Solté un suspiro y le dí el Ok; empezamos a caminar y me agarré levemente de su campera para no caerme nuevamente. No estaba dispuesta a volver a pasar aquél papelón en público. 

— ¿Tu casa esta cerca de aquí? —me preguntó. 

— Si, creo. A unas cinco cuadras.

 Ahora tenía un paraguas y lo compartía con alguien; exactamente con un tonto que ayuda a una tonta empapada. Oigan, eso tiene sentido. Me incomodaba el hecho en el que cada vez que levantaba mi mirada, Scott siempre estaba mirándome o sonriendo. No sé como hace para tener esa expresión de feliz cumpleaños todos los días.  

  Al llegar a mi casa, le agradecí por todo. Metí las llaves en la cerradura de la puerta y entré, y subí a mi habitación. Me arrojé sobre mi cama y revisé mi celular; mi mejor amiga Sara me había enviado un mensaje.

«Hoy no puedo ir al instituto así que cuídate amiga. Besos»

Sonreí. Le deseé lo mejor.

Sabor a sandía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora