3: Sabor a recuerdos

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  Me agarré fuerte de la baranda y el viento invitaba a bailar a mi cabello. Siempre venía aquí cuando tenía ganas de llorar, o me sentía nerviosa. Era una pequeña montañana que había cerca de mi gran ciudad, estaba rodeado de árboles y se podía ver el atardecer.  

      Recuerdo cuando venía con el y decíamos a que era nuestro único lugar secreto, pero cuando terminamos nuestra relacion dejo de ser nuestro y paso a ser de ella y de el. Todavía puedo ver cuando vine aquí y estaban ellos dos mirando el atardecer juntos. 

 ¿Por qué dolía tanto? toque mi pecho, quería darme vuelta y que el este allí mirándome con tanta tranquilidad. Pero eso no iba a pasar de vuelta, quería tener de vuelta a ese chico organizado, tranquilo, serio y ordenado al lado mio.... pero no esta, no regresará. 

   Me senté en el césped y escondí mi rostro con mi flequillo, empecé a llorar, aquí nadie me podía escuchar porque era mi lugar... era mi espacio... ¿Entiendes? No es su espacio, ella no puede venir aquí, tu tampoco.... ustedes no pueden pisar este lugar le grité al viento con los ojos cerrados. ¡Prometiste que solo nosotros dos pisaríamos este césped! ¡Prometiste tantas cosas y no cumpliste nada! dije tratando de respirar de tanto llorar.  

- Kiria...? -dijo el viento. 

  Sobresaltada me levanté y miré a aquella voz masculina, mi cabello bailaba en el viento y yo, estaba avergonzada.  Era Scott con su bicicleta, el la tiró al suelo y corrió hacía mi. 

- ¡No te me acerques! -le grite mientras me abrazaba a mi misma, el se detuvo y miró el cielo.

   Él sonrió y se acerco a mi, luego se sentó en el césped y miró el atardecer, agarró mi brazo y me obligó a sentarme. Apoyó su mano en mi cabeza y luego me despeinó. 

- Las promesas son iguales que el oro. Son tan brillantes y valiosas, pero cuando le das una promesa a alguién... nadie te garantiza que la cumpla. Si le vendes a alguien oro, nadie te garantiza que te pague por eso. Algunas veces viene otra persona y te roba esa promesa, como el oro, puede venir alguien simplemente y quitártelo de tus manos.  -dijo mientras su cabello se despeinaba gracias al viento. 

-  ¿Por qué? -le pregunté mientras trataba de no llorar. 

- Porque te considero mi amiga Kiria -. 

   Me acosté en el cesped y cerré mis ojos, el también se tiro al suelo, cerro sus ojos y rió. 

-  No necesitas mantenerte en la cuerda floja cuando sabes que se esta por romper. Para las relaciones es lo mismo. -susurró. - Eres demasiado valiosa para dejarte caer al precipicio ¿Cierto? 

     Abrí mis ojos, ¿yo era valiosa para el? 

- Ah, pero no lo malentiendas. Todas las personas que me hacen crear buenos recuerdos son valiosas para mi. 

- Ya.... ya veo - 

   El se dió vuelta, yo también lo hice y quedamos enfrentados. Nuestros rostros estaban muy cerca uno del otro. 

- ¿Quieres hacer una promesa conmigo? -dijo sonriendo, sus ojos verdes estaban mas brillantes hoy. 

- ¿Qué clase de promesa? -solté un suspiro y dije. 

-  Una promesa de amigos. ¿No?  O una promesa de abuela a nieto, estas vieja. -dijo el riendo

- ¡Callate!  -bufé. 

- Prometamos..... um... ¡Ah! Prometamos que siempre vamos a estar al lado del otro, en las buenas y en las malas. 

- Parece un casamiento. -dije sin expresión, el rió. 

-  Somos amigos, los amigos están en las buenas y en las malas ¿No? -dijo guiñeandome un ojo, yo sonreí. 

  El me acercó su dedo meñique, yo también acerque mi dedo meñique y los unimos. Los dos sonreímos, luego el empezó a decir unas palabras.

- Promesa de meñique, si miento me tragaré mil agujas… ♪♫ - 

  El me hizo repetir eso y yo no entendía nada. 

- Es una tradición japonesa que me enseño mi abuelo, se usa para cerrar promesas. 

  Suspiré y lo miré, luego miré mi meñique y sonreí. 

Sabor a sandía.Where stories live. Discover now