Prólogo.

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Amada Billie;

Tal vez aún estés destrozada cuando leas esto, pero supongo que es la mejor forma de comunicarnos por ahora.

Quiero que sepas que te amo, desde que te vi por primera vez hasta ahora. Cuando te conocí te amé, esperaba que crecieras para poder pasar de ser mi hermana menor a mi amiga, para escucharte contarme tus desilusiones, tus angustias, tus lamentos y poder aconsejarte, darte un hombro sobre el cual llorar y varios puñetazos a quienes te lastimen.

Los años pasaron y creciste, a penas y era capaz de asimilar que cumpliste quince años, verte crecer ha sido de las cosas mas gratificantes que haya podido tener en mi vida.

Mi pequeña Billie, yo estoy aquí, no creo poder salir en mucho tiempo, y solo quiero recordarte mi única petición hacia a ti la cual te la recordaré:

"Sigue adelante Bill, no te detengas por mí, hay todo un mundo por descubrir, sé feliz, espero y puedas olvidarte de mí."

Con amor, Sam.

Las lágrimas caían como fuerte lluvia desde los ojos de Billie O'Connell.

La tinta del papel se desvanecía ante el contacto con las lágrimas de la ojiazul.

Había leído cada letra con un inmenso e incurable dolor en su pecho, la sensación de ira y tristeza la sumergieron en un llanto incontrolable. Ni siquiera se había dando cuenta que su madre estaba de pie en la puerta viéndola hecha ovillo sobre su cama aferrada a la carta y con su pequeño oso verde pegado a su pecho.

—Billie. —Le llamó Maggie acercándose lentamente hacia ella. —Cariño, ¿estás bien?

Los ojos de Billie se abrieron y miraron a los de su madre con dolor y decepción, a pesar de todo no podía odiarla, era a quien más amaba en su vida.

—¡No! —Le gritó Billie alejándose de ella. —¡Ni lo estaré mientras Sam no esté conmigo! ¡Debería estar aquí, conmigo ahora, no allá!

—Billie tú no lo entiendes. —Le dijo Maggie intentando calmarla. —Sam no está bien.

—¡Sí lo está! ¡Me ama y yo igual! —Miró el pequeño peluche por unos cortos segundos. —Me necesita, Sam me necesita, no podría vivir alrededor de la soledad, yo necesito a Sam.

Maggie luchó con el nudo en su garganta mientras veía como su hija se desvanecía por aquella persona que según ellos se había aprovechado de la inocencia de su pequeña Billie.

—Ya no eres una niña Billie. —Habló Maggie e hizo el intento de quitarle el oso de las manos. —¡Dámelo Billie! ¡Ahora!

La chica pegó aún mas el papel y el peluche a su pecho, no podía permitir que se llevara lo único que le quedaba de Sam.

Maggie insistió hasta en uno de sus intentos tiro de la orilla del papel el cual terminó por romperse ante el forcejeo. La mayor leyó el nombre escrito al final y parte de la carta escrita entrando así en una especie de desesperación.

Billie por su parte quedó en un pequeño transe al ver como su madre le arrebataba la otra parte de la hoja.

—¿Cuándo te envió esto? —Le preguntó Maggie terminando de leer la carta. —Billie, ¡dime cuando te la envió!

Billie miró a Maggie con horror, de pronto comenzó a respirar con dificultad, no podía creer que su madre había roto la carta de Sam, era injusto.

—Sam... —Susurró entre sollozos. —Hace un mes.

Maggie aprovechó el transe de su hija y le arrebató el oso de las manos devolviendo en sí a Billie.

—¡Mamá! ¡No! ¡Devuélvemelo! —Le rogó pero ella la ignoró y salió de la habitación con ambas cosas entre sus manos.

Billie se paró de un salto y corrió tras su madre quien ya estaba casi en el jardín, Patrick la esperaba allí con un encendedor en manos. Maggie le dió la carta a Patrick quien se llenó de ira al leerla.

—¿Qué están haciendo? —Les preguntó Billie detiendose frente a ellos justo cuando su padre ponía en llamas el arrugado papel. —¡No! ¡Papá por favor! ¡No lo hagas!

Se abalanzó sobre él pero unos fuertes brazos la detuvieron, sabía que se trataba de Finneas quien la abrazó con fuerza para mantenerla inmóvil.

—¡NO! —Gritó con más fuerza y forcejeando con su hermano mayor. Patrick agarró el pequeño oso y lo acercó al encendedor. —¡Finneas no los dejes! ¡Por favor! ¡No a Sammy! ¡Eso no!

Aún tenía esperanzas de recuperar parte del peluche quemado a mitad, por lo que luchó hasta que vió como su padre dejaba caer el oso dentro del cubo de metal al igual que la carta.

—No. —susurró desvaneciendose en el suelo. —Ya no tengo nada que me recuerde a Sam mas que mi mente, ¿también quieren quemarme a mí? ¿A caso quieren acabar conmigo?

—Sam ya no existe Billie. —Le dijo su padre con severidad. —Se acabó.

Todos volvieron adentro mientras ella se quedó allí frente al humo de lo único que le quedaba del amor que le había tenido Sam.

Tras su Pista.Where stories live. Discover now