2001.

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Nuevas Vecinas

Noviembre 02, 2001.

—Eso es cariño. —Susurró la señora Parkinson ayudando a su pequeña hija a bajar del auto. —Vamos a ver la casa, ¿sí?

—No quiero. —Se negó la niña sentándose en el asfalto. —No, no y no.

—Vamos cariño, no me hagas esto. —Suplicó la mujer tirando ligeramente del brazo de la niña. —¿Sabes qué?

La pequeña levantó la cabeza para prestar atención a su madre.

—Si me ayudas a desempacar y te portas bien iremos al parque. —Las palabras de la mujer funcionaron a la perfección, la niña sonriendo se levantó de un salto y entró al auto para tomar a su pequeño oso de peluche.

La señora Parkinson le mostró toda la casa a su hija, la casa era de un solo piso lo cual era más que suficiente puesto era solamente para ellas dos.

La señora Parkinson quedó viuda al año del nacimiento de su hija, un segundo matrimonio no estaba en ese entonces entre sus planes, aún a pesar de los cinco años de la muerte de su esposo ella aún le guardaba luto.

—¿Me ayudarás a desempacar cariño? —Le preguntó a su hija. La niña aceptó y se sentó en el suelo junto a su madre para comenzar a sacar las cosas de la menor. La primera caja en desempacar fueron las de los libros de Sam quien aún sin saber leer disfrutaba de aquellas historias que su madre le leía en cualquier momento del día.

Unas pocas horas después la habitación de la niña estaba perfectamente ordenada. La mayor se llevó las cajas y se dirigió a la que sería su habitación para proceder a desempacar sus cosas.

La pequeña se asomó a su ventana, la casa de al lado le parecía aburrida, no se escuchaban gritos solo una música tocada por un piano. Aburrida de solo ver madera y pasto, la niña decidió hacer otras cosas pero algo llamó su atención, unas pequeñas manos se asomaron por los bordes de la serca y luego un puñado de cabello dorado iluminado por el sol, lo siguiente que vió fueron dos ojos azules mirarla a través de la ventana.

La niña luchó con la cerradura de la ventana hasta abrirla. Quien la miraba intentó esconderse pero olvidó sus dedos.

—¡Hey! —Gritó la niña intentando llamar la atención de su observador, pero éste no asomó la cabeza. —¡Te estoy llamando!

Su observador continuaba en su intento de escondite por lo que la niña bufó y con su oso de peluche en manos corrió hasta la puerta principal, salió de su casa y continuó su recorrido hasta la casa vecina, apretó su peluche contra su pecho y tocó la puerta sin dudarlo.

Podía escuchar la música aún pero nadie salió a abrir, impaciente volvió a tocar, escuchó unos pasos y seguido la puerta se abrió. Una señora de pelo castaño y con una enorme barriga se sorprendió al ver a la niña en su porche.

—Hola pequeña. —La saludó la mujer con una tierna sonrisa en su rostro. —¿Cuál es tu nombre?

—Sam, Sam Parkinson. —Respondió viendo como un niño corría desde adentro y se escondía detrás de la mujer.

—¿Necesitas algo? ¿Con quién andas? ¿Estás sola?—Tantas preguntas hicieron que la niña decidiera no responder ni una.

El niño asomó la cabeza por detrás de la señora y Sam reconoció el color del cabello y los ojos, era por quien había ido pero le molestó que aún estando tan cerca de ella no quiso darle la cara.

—¡Hey! —exclamó la niña con entusiasmo. Le emocionaba la idea de tener a un nuevo amigo justo al lado de su casa. —A ti te estaba buscando, ¿por qué me observabas?

Tras su Pista.Where stories live. Discover now