Día 6: Juguetes

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El segundo mes viviendo en Brasil, se encontró con Oikawa en la playa, la vieja rivalidad aun era palpable, no se conocían más allá de la cancha, aun así era consciente que era más que eso. Compartieron, jugaron partidos sobre la arena, golpeó sus colocaciones, se tomaron fotos para enviar a sus amigos y fueron a comer juntos, permitiéndose el descubrir quien era realmente Tōru.

No era tan temible como pensó alguna vez, apodándolo como el gran rey, era más que el ex capitán de Aoba Jōhsai, era más que el senpai de Kageyama.

El nombre del pelinegro salió a colación, al momento que el chico castaño sentado frente a él le preguntaba si se juntaría con Tobio en Río. De repente la pasta en su plato era lo más interesante en ese momento, la enroscaba sin parar en su tenedor, hacía muecas frunciendo sus cejas junto a sus labios.

Su respuesta era no, después de tartamudear alguna palabra anterior con nerviosismo sin pasar desapercibido a Oikawa esto, sonriendo extraño. Al principio con amargura, por recordar a su antiguo kōhai, luego con sorpresa ante las respuestas de Hinata, y por último una comprensiva. Logró entender de algún modo la extraña explicación del chico.

Aún no, aún no estoy listo, aún no soy apto para verlo

Seguía jugueteando con su comida, recordando la cara de un Tobio en preparatoria, aun con su cara amarga, seria y palabras brutas, lo admiraba como a nadie. Fue su primer compañero, su primer armador, el primero de muchas cosas, que descubriría más adelante.

Se prometieron estar juntos de pie, en el mismo escenario, ya sea a la vez o separados la meta era idéntica, estar en la misma cancha aun dentro de diez e incluso veinte años, si se puede más, mejor.

Una punzada en el pecho aparecía al momento de responder tristemente un mensaje.

No nos podemos ver

A pesar que fue el mismo Kageyama quien escribió para reunirse. No había pasado mucho tiempo desde que se despidieron, días antes que viajara, porque en el momento dé, Tobio estaba en entrenamiento para la selección japonesa.

Otra vez estaba un paso delante de él, otra vez se estaba quedando atrás. Acá no habían campamentos para colarse, pero se estaba creando su propia oportunidad para crecer en las playas de Brasil. Motivado por esto —y secretamente por seguir a Kageyama hasta alcanzarlo—comenzó una estricta dieta de buenos alimentos, musculatura y mucho, mucho vóleibol sobre la blanca arena.

El pensamiento sobre su compañero no se despegaba de él, siempre estaba en su mente, recordarlo aceleraba su corazón, dos años lejos de él bastaron para extrañarlo tanto como amarlo.

Pudieron por fin reunirse, tuvo su revancha en la V-League ganándole después de tres set, disfrutó de su sincera sonrisa, su mirada llena de orgullo, sus ojos azules cálidos mirándolo, encontrándose en el reflejo de sus pupilas, y el gorgoteo comenzó a ebullir junto al amor almacenado durante todo ese tiempo.

Sorpresa alegre fue ser correspondido un tiempo después, comenzando un noviazgo secreto para el mundo deportivo y más que sabido para sus amigos del Karasuno. Estaban en tierras peligrosas, recién recomendados y llamados para el equipo nacional, no podían arriesgarse a ser descubiertos debido a la tradición reservada en Japón.

Aún no, pero nadie se daba cuenta, estaban otra vez en el mismo equipo, cumplieron la promesa, estaban de pie en el mismo escenario, no era extraño que estuviesen practicando hasta tarde, que se juntaran y caminaran juntos. En la intimidad, eran los únicos testigos bajo las sábanas, enredándose entre sus piernas, liberando las pasiones, y el amor reservado por tanto tiempo.

Pero otra vez estaban separados, los solicitaron en distintos equipos en el extranjero, regresó a Río de Janeiro y Kageyama voló a Italia renovando la promesa de volverse a encontrar cuando tengan entrenamiento por el equipo nacional y al finalizar las temporadas de partidos de sus nuevos clubes, para retomar el contacto físico anhelado.

Vivir en el extranjero le sirvió para conocer otras culturas, su mente fue expandiéndose con distintos pensamientos, su visión se amplió, ahora pensaba de forma liberal, su timidez en el acto sexual se fue perdiendo mediante el tiempo, volviéndose más atrevido y eso le encantaba, sobre todo por ver a Tobio volviéndose loco.

Le pareció una excelente idea el investigar las formas de tener sexo a la distancia, encontrando muchas formas interesante en un foro por internet. 

Hacer llamadas subidas de tono con Kageyama se estaba volviendo en una pequeña costumbre, no podía tocarlo; el masturbarse viéndolo, imaginando que era él quien lo tocaba, escuchar sus gemidos roncos lo excitaba en sobremanera, sacando su mejor lado sensual y funcionaba.

Aunque habían pocas horas de diferencia entre los dos, algunos días solo hablaban tranquilamente, relataban lo vivido en el día, intercambiaban nuevas jugadas, confesaban palabras melosas, se profesaban amor eterno y buscaban de todas las formas mantener encendida la llama del amor.

Volvió a buscar en el foro, encontró otro método para darle una interesante sorpresa a su novio, grabarse y enviarlo para que lo disfrutara cuando quiera, cuando pueda en la comodidad de su cama, o tal vez el baño.

Un clic veloz, encargando un peculiar paquete. Esperó pacientemente a que pasara el tiempo y por fin llegó la caja. La recogió sigilosamente escondiéndola en su cuarto, como su mayor secreto, a pesar que ahora vivía solo, pero seguía teniendo vecinos chismosos, no quería alguien se enterara de su fortuita compra.

La abrió con mucha ansiedad y encontró un dildo que vibra, un juego de esposas y un anillo vibrador. No creía usar todo de inmediato, lo más probable que dos de las tres cosas sean guardadas para cuando se reencuentren, sin embargo por el momento el juguete en forma de pene era perfecto en esta ocasión.

Posicionó el celular a cierta altura, acomodó el lugar para grabarse, se colocó una camisa con botones de Kageyama e inició a correr la película.

Empezó a hacer movimientos sensuales frente a la cámara, jugueteaba con la tela al momento de pasear sus manos por el torso, jugueteaba en su pecho paseando de un pezón a otro. Se sentó en el suelo con piernas abiertas, chupaba sus dedos de forma sexy, bañándolos en saliva acomodándose, y dejando parte de su trasero en primera plana.

Introducía sus dedos exhalando pequeños jadeos, se movía mordiéndose el labio inferior, tironeando un pezón, mordiendo la camisa, liberando suaves gemidos al tener dos dedos dentro, tijereteando, buscando el punto exacto de la máxima excitación. 

Cuando sentía que estaba perfectamente dilatado después de tres dedos, los sacó lentamente dejando un pequeño camino de saliva y fluidos, tomó el vibrador introduciéndolo lentamente hasta estar completamente adentro. Tomó el control con las piernas temblorosas, encendiéndolo, moviéndolo junto a sus caderas, se arrodilló cargando la parte superior de su cuerpo en el suelo, los gemidos aumentaban junto al vaivén y los niveles de vibración, tocando su próstata una y otra vez; sentía recorrer el placer atravesar su cuerpo, se masturbaba ferozmente, coordinando sus dos manos con los movimientos.

El orgasmo llegaba a su garganta, y el clímax se hacía presente, jadeando con la respiración entre cortada, eyaculando en el suelo mientras dejaba caer el vibrador, saliendo de él y aun moviéndose sobre el piso, apagándolo con lo poco de energía que le quedaba.

Cortó la grabación después de reincorporarse y limpiar el lugar. Lo editó eliminando la última parte mostrando la pared, y a él ordenando todo, lo adjunto en el chat y lo mandó complacido.

— ¿De qué es el video?

— Velo solo cuando estés solo, ni se te ocurra abrirlo con gente alrededor

— ¿Qué cosa me mandaste, idiota?

— Después me lo agradecerás

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No alcancé a subirlo ayer, la u me consumió y en la noche estaba muy cansada.

No salió tan largo hoy, perdón por ello, lo escribí mientras escuchaba a mi profe hablar de fondo (mala combinación, tampoco lo hagan), así que mi imaginación no pudo volar más allá.

A la noche pretendo escribir el de hoy y subirlo :)

Kinktober ☆ [KageHina]Where stories live. Discover now