Brown City, Michigan. Mayo, 1993.
Me quité la camisa que Brooke me había obligado a ponerme para su cumpleaños y la dejé sobre el borde de la cama. Me saqué los jeans para ponerme unos shorts para dormir, debido a que el calor estaba sofocándome un poco. Me recosté sobre la cama, sabiendo que aún no tenía sueño y no dormiría pronto. Podía ponerme a escuchar música o perder un poco el tiempo de Instagram pero me quedaba poca batería y aquí no había wifi como para pedirle tanto a mi celular. Decidí que tomaría un libro para que me diera sueño pronto.
Podía oír las risas de las chicas desde el cuarto de Brooke cada tanto, pero no me molestaban. Pensé en bajar por los sándwiches pero aún no tenía hambre así que esperaría un rato más, aún no eran las diez de la noche. Tomé uno de los libros que había dejado a medias y me senté en la cama, tirado sobre las almohadas. El velador apenas alumbraba mi cuarto pero me gustaba mucho la luz tenue.
Apenas habían pasado diez minutos desde que comencé a leer y oí la puerta del cuarto de Brooke. Supuse que alguna iba al baño pero cuando oí mi puerta supe que era Brooke. Aunque ella nunca tocaba con tanta suavidad, solía casi tirar la madera abajo. Dejé un envoltorio de un caramelo que tenía a un costado para marcar el libro y me levanté.
Mi sorpresa interna cuando vi a Zoey parada allí. No dejé que mi rostro demostrara lo nervioso que me había puesto de pronto. Parpadeé como si quisiera que me explicara qué hacía allí. Ella bajó la mirada a mis pies y se rascó el brazo nerviosa.
—¿Puedo pasar? —preguntó en un hilo de voz.
Tenía el cabello alisado y el delineador negro de sus ojos ya no era tan oscuro como cuando llegó. Llevaba puesta la camiseta que siempre usaba para dormir y unos shorts de tela. Estaba descalza y olía a alcohol, lo que no me sorprendió. Porque vamos, ¿quién creen que ayudó a Brooke a subir todas esas botellas a su cuarto?
Asentí con la cabeza, incapaz de decir nada y me hice a un lado. Dio solo dos pasos dentro y cerré la puerta para girarme hacia ella.
—Me retaron a entrar aquí o tendría que beber una botella de whisky —explicó mirando el suelo y no pude evitar soltar una pequeña risa, sabiendo lo mucho que ella odiaba esa bebida.
Me volví a acomodar con el libro sobre mi regazo como antes. Lo abrí y quité el envoltorio para dejarlo a un lado. Ella se quedó parada allí y la observé. Noté que tragó saliva y se abrazó a sí misma.
—¿Cuánto tiempo tienes que estar aquí? —pregunté intrigado en su juego.
—Veinte minutos —respondió revoleando los ojos y volví a reírme mientras negaba con la cabeza.
—Puedes sentarte, no vas a crecer por estar parada —bromeé, intentando tranquilizarla. Me sonrió divertida y se sentó en los pies de la cama.
—Si, esos diez centímetros más que tienes me hacen sentir envidia —respondió de vuelta y tiré la cabeza hacia atrás, volviendo a reír un poco.
Al parecer esa era toda la conversación que íbamos a tener. Pretendí seguir leyendo, pero no podía hacer otra cosa que mirarla. El libro frente a mí me ayudaba a disimularlo aunque no lo estuviese leyendo ni un poco. Ella miraba el suelo mientras movía uno de sus pies colgando en la cama, esperando que los próximos veinte minutos pasaran rápido.
—Puedes usarla si tienes frío —le dije señalando mi camiseta junto a ella, viendo cómo se pasaba la mano por los brazos.
—Oh. No, yo... Estoy bien —tartamudeó un poco.
Supe que fue más un intento de acercarla a mi y de verla con mi camiseta puesta una vez más, más que protegerla del frío. Un frío que casi no existía, porque estábamos en mayo a 18 grados en la noche.
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Nosotros ante todo
Teen FictionZoey Parker es una adolescente viviendo en 1992 pero todo cambia cuando Atlas Reed aparece. Descubrirá que el chico no solo le atrae, sino también que viene del año 2010 y puede viajar en el tiempo. Él tiene una misión que cumplir y es la razón por...