Lágrimas

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Gerard no podía estar más feliz al estar de novio con Frank, quien era un joven tan bueno y hermoso. De verdad, era la persona más buena que había conocido. Era amable, generoso, atento, tierno, perfecto en todos los sentidos. El pelinegro le había confesado su amor en un día en la playa, donde ambos se metieron al mar y jugaron, se hacían cosquillas y se tiraban agua cada tanto, algo muy hermoso. Allí, esa misma tarde, Gerard tomó coraje y le dijo absolutamente todo lo que sentía, y vaya sorpresa se llevó al descubrir que su crush también lo amaba, y lo amaba mucho, desde hace tiempo según él. Desde aquel entonces habían pasado dos meses, ahora ya eran novios y hacían cosas que hacen las parejas.

Los padres de Gerard no estaban en casa, tampoco su hermano menor, así que optó por llamar a Frankie y decirle que fuera para poder pasar el rato juntos. Frank sin siquiera dudarlo aceptó.

Cuando llegó a la casa del pelinegro se encontró con una hermosa cena, junto con velas y pétalos sobre la mesa, cosa que le pareció muy tierna. Cenaron, hablaron sobre cómo estuvo su día y de las materias que debían levantar nota para no llevárselas a fin de año. Luego vino la mejor parte, el postre. Entre besos y caricias fueron con pasos torpes al dormitorio de Gerard, el cual a decir verdad era súper genial. Había cómics por todas partes, también había pósters de sus bandas favoritas colgados en la pared, muñecos de acción colección DC, dibujos hechos por él mismo y una maravillosa cobija de Star Wars se dejaba ver en su gran cama. La  habitación que cualquier joven querría.

— Te amo — Dijo Frank jadeante una vez que se habían separado del beso. El primer ‘Te amo’ lo había dicho Frank el día en el que Gee le confesó su amor. Si bien fue Gerard quien le dijo sobre sus sentimientos, pero no fue el primero en decir esa hermosa palabra. El castaño llevó sus tatuadas manos a la perfecta cintura de Gee, donde acarició con amor y ternura.

— Frankie... Quítate la ropa, por favor — Pidió Gerard, quien tenía las mejillas rojas por el calor y su respiración era algo dificultosa. No sería la primera vez que hacen el amor, pero cada una de ellas sigue siendo igual de fantástica y perfecta, como su primera vez juntos... Frank no se hizo rogar, con algo de desesperación se deshizo de sus prendas, quedando sólo en ropa interior, dejando a la vista sus gloriosos tatuajes que hacían brillar los ojitos de Gee al ver tal perfección. ¡Es que Frank era el hombre de sus sueños! Dios mío... De verdad, era precioso. Sus ojos, su nariz, sus cejas bien delineadas, su boquita adornada con un aro, sus brazos fuertes llenos de tatuajes... Ese joven lo volvía loco con tan sólo verlo.

El de ojos avellanas con delicadeza y amor quitó las prendas de Gee, quien ayudó a deshacerse de ellas también. Y así fue como en ropa interior y jadeantes también fueron hasta la gran cama, donde Frank quedó encima de Gee, acariciando su pálida y suave piel, donde repartió besitos hermosos por el cuerpo de su amado, haciendo que éste sienta un calor insoportable en todos lados, en especial en su entrepierna.

— Frank... — Gimió Gerard cuando el nombrado comenzó a dejar besos húmedos en su abdomen, bajando poco a poco hasta llegar al elástico de su bóxer, el cual quitó segundos después.

— Eres hermoso, Gerard — Murmuró Frank con voz ronca, mirando de arriba a abajo a la belleza que tenía como novio. Se deshizo de sus bóxers y escupiendo su mano tatuada comenzó a acariciar su intimidad, todo al mismo tiempo que ve a su Gee con sus ojos cerrados y las mejillas arder por tanto calor. Era imposible no ponerse duro al ver a Gerard así, tan jodidamente caliente... Un jadeo escapó de sus pequeños labios al ver como su pelinegro comenzaba a tocarse gimiendo el nombre del castaño, haciendo sentir a Frankie todo tipo de cosas que nunca antes había sentido con nadie.

— Frankie... — Gimió alto Gerard. Frank ya no aguantó más, quitó con delicadeza las manos pálidas de Gee de su propio miembro, recibiendo una mirada de inmediato por el acto, y sin tantas vueltas se colocó encima suyo, poniendo su erección en la rosada entrada de su Gee, quien lo esperaba ansioso por que lo hiciese suyo. Soltó un suspiro lleno de placer cuando lentamente fue adentrándose en él, sintiendo el calor y lo apretado que era estar dentro del pelinegro, y le encantaba sentir esas cosas cada vez que lo hacía suyo, porque era algo sencillamente mágico. El vaivén al principio fue lento, los pequeños gemidos de Gerard se oían en la habitación, las manos tatuadas de Frank se posaban sobre la cadera preciosa de su novio, quien estaba más rojo que un tomate, amaba verlo así.

One-shots •Frerard•Where stories live. Discover now