Capítulo 28: Cuidar el alma.

490 24 4
                                    

-¡Qué traicionera¡ ¿Fuiste?.

-Fue mi deber moral como esposa del padrino, ya me conocen, muy bien no la pasé. El embarazo me tiene con los cables más cruzados que nunca.

-Aún no lo puedo creer.

-¡Ni yo!.

-Es rubia. Tremendamente rubia. Es de acá, pero nunca escuché de ella tampoco de su familia. Se conocieron trabajando juntos.

-Me imagino, ya saben que ese hombre solo tiene ojos para su trabajo.

-No quiero saber detalles de su noviazgo, no había pensado en él - dije mezclando con el dedo lo último de mi mimosa sin alcohol.

Sí. Un triste jugo de naranja.

-Se ha casado, Nati - Mani me miró y sus ojos intentaban esconder la pena que sentía por mí. De nuevo.

¿Paul? ¿De verdad se casó?

Y entonces, algo se rompió dentro de mí. Las diez palabras por segundo que cada una decía, empezaron a tomar sentido. El entendimiento de que, oficialmente, cualquier esperanza, por más ínfima que fuese, de verlo cruzar la puerta y escucharlo decir he vuelto por ti, me golpeó fuerte. Un mazaso de realidad, como ya me tenía acostumbrada mi vida hace unos años.

¿Se ha casado? ¿De verdad eso estaba en sus planes?.

Siguieron conversando, poniéndose al corriente como cada vez que encontraban un hueco en sus agendas. Ángela en su papel de esposa y próxima a ser mamá, mis primas en sus vidas de viajes y negocios, y yo... Yo seguía en el mismo lugar. Estancada.

Soltar no significa dejar de amar, ¿Cierto?. Por soltarlo, sentí la certeza de que lo próximo sería dejar de amarlo... Qué equivocada estaba. No pensaba en él a diario, pero en un pequeño rincón, mínimo, por gestos o cualquier reminiscencia de él, una pequeña parte de mi cuerpo se estremecía; siempre, cada cierto tiempo, había algo que lo traía a mi vida. Como recordándome que él existió, que nosotros existimos, y diciéndome vaya, lo que pudo ser.

Es en esos momentos  me permito ser un poco débil y, simplemente, ser. En ese breve momento, mi sensatez se esconde y deja paso a la pequeña adolescente que soñaba con él.

-Eso no significa nada - respondió Mari.

-Claro que no, ya sabemos que los hombres no se casan con quién quieren, sino con quien se encuentran en el momento en que se sienten listos para hacerlo.

-Sí, llevas algo de razón - convino Manuela con lo que Ángela había comentado mientras tomaba de su trago helado.

Ellas hablaban en alrededor de la mesa redonda en el bar que tocó éste mes, parte de las reuniones que se habían hechos habituales y seguidas a partir de mi internación. Mi mente divagó a través de la conversación de mis amigas, no retomaba el hilo de la misma y no recordaba porqué el tema había girado hacia Paul y su vida. Seguía distraída. La resignación ya formaba parte de mi vida, es decir, tarde o temprano nos encontraríamos o tendríamos que escuchar del otro. Y ya está, todos seguimos con nuestra vida, y el río sigue su cauce.

El reflejo del vidrio en la ventana me devolvía la imagen de mi cabello aún corto, eso me hizo detener el torbellino de pensamientos en mi cabeza. Tomé conciencia del presente y del hecho de que casi no me reconocía en esa imagen. Después de todo el tiempo que ha pasado,  que parece una eternidad, sigue sorprendiéndome cada cambio que he tenido. Aunque ya me encuentro en remisión, periódicamente necesito visitar el hospital por mis controles médicos; psicóloga, médico clínico, hematólogo, nutrición. Todos forman parte de la orden del día.

Tan cercaWhere stories live. Discover now