Capítulo 29: Aguas calmas

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-¿Qué es eso?

-Pues una red social, mamá.

-No entiendo, ¿es el Facebook?.

-No, ma. Es como el cuadrado de corcho que tienes en la cocina, donde colocas las fotos que te gustan, anotas las fechas importantes y me dejabas mensajes. Es lo mismo, pero en línea, y puedes ver los de otras personas.

-¿Y por qué yo querría saber de los pendientes de otras personas?- dijo mi madre espantada, haciendo que una carcajada brotara desde mi garganta.

-Mamá eres muy joven como para no entender esto, en serio.

-No es que no entiendo, hija, es que me gusta la privacidad.

-Bueno, yo no necesito que el taller de novias sea privado, al contrario.

-Eso sí.

Una vez que retomé el ritmo de mi negocio, todo se volvió menos complicado. Trabajar fue más natural,  así como también levantar de la cama mi trasero cada mañana. Una especialización mercadeo digital me había ayudado a actualizar la página de la nueva agencia de novias; ya no solo organizaba la decoración, el evento o el vestido. Podemos encargarnos de todo lo que necesite la pareja para el gran día.

¿Tenía más trabajo? Hell yes.

¿Terminaba mi día cansada? Sin dudas.

¿Pensaba en mi desorden? No tan seguido.

Tampoco en Paul.

¿Cuántos años han pasado? ¿Quién cuenta? ¡yo no!.

Tocaron la puerta insistentemente. Mi atención estaba dirigida a los números de nuevos presupuestos, y al café que deleitaba mis papilas gustativas. No escuché cuando, como un vendaval, Angela entraba a la habitación con mi ahijada en brazos y una cantidad de bártulos que la acompañaban.

-Necesito dormir, gordita. ¿Me ayudas unos minutos para eso?.

Las mejillas regordetas de Shana se habían convertido en mi debilidad. Una bebé con mucho cabello, con los ojos amables de su padre, y el espíritu de su madre. Mi amiga se había convertido en madre unos diez meses atrás, y el sueño solo lograba tomarlo en cortas siesta mientras yo jugaba con su pequeña. Dejé de lado las facturas y apuré mi café, sintiendo como mi laringe quedaba abrasada por el líquido caliente.

Shana balbuceaba alegre en mis brazos, y mi amiga ya se había tirado en mi sillón a dormir. Me encontré hablándole a la bebé, como si nos conociéramos de toda la vida.

-¿Quién es la bebé más linda? ¿Quién? ¿Quién?.

Canturreando giraba con la pequeña Shana en brazos, le encantaba estar a upa y yo disfrutaba el olor dulzón tan característico de esa edad. Por la ventana veíamos pasar a todos y ella saludaba con su pequeña manito a cada transeúnte. Una cabeza extremadamente rubia a cincuenta metros llamó mi atención.

-¡Es el tío Levi!- Shana se carcajeo como si reconociera su nombre y eso le hiciera feliz.
Contando los pasos, anticipé su llegada y le esperamos en el portal con ella sobre un costado de mi cadera.

-¿Acaso hay una visión más hermosa que la que estoy viendo?.

Levi extendió sus brazos recibiendo mi cuerpo con el pequeño bodoque en mis brazos. Me dio un beso concienzudamente y acarició los rizo de Shana por último. La pequeña traidora lanzó sus brazos para que él la tomara y así cambiarme por él.

-Imagino que Angie está dormida en algún lugar, ¿no?.

-Imaginas bien- le dije riendo.

-Bastante que les encanta estar con mi hija- Angela gritó desde el sillón donde estaba agazapada, extendió sus brazos y Levi le acercaba a la pequeña para que pudiera tomar su leche.

-Eh, yo no juzgo Ann, solo venía a verla y me encontré una linda sorpresa. Podemos cuidarla cuanto necesites- dijo zalamero.

-Vale, vale. Después del bautizo, todo esto quedará formalizado y no tendrá escapatoria tu novia, como madrina oficial, su deber será buscarla al menos una vez por mes para que su padre y yo podamos salir.

-Santo padre, la criatura no tiene un año y ya me la quiere encajar.

Los tres nos reunimos al unísono.

-Necesitamos tener sexo en un entorno sin juguetes infatiles, por favor. Ya lo entenderán ustedes.

-¡Feliz de ayudarles a eso!- exclamé riendo, volviendo mi atención a mis facturas mientras me sentaba en mi escritorio.

Levi se servía un café mientras Angela terminaba de dar el bibero a la pequeña. Ya era costumbre tenerlos a ambos revoloteando en mi oficina de vez en cuando, un poco para chequear  y otro poco porque sé que les gustaba estar conmigo.

Habíamos quedado solas mi amiga y yo, Levi y la pequeña Shana habían salido a dar un paseo por la cuadra en su cochecito. Angela tenía la pregunta en la punta de la lengua.

-Dispara -le dije.

-¿Qué? -me preguntó inocente.

-Ya sé que quieres preguntarme algo, adelante.

-Sabes que haremos el primer año de la gordita justo con su bautizo, ¿no?... - empezó.

-Sí, lo sé.  Lo estamos organizando juntas, ¿recuerdas?

-Sí, lo sé...

Odio que siga con la condescendia.

-Vamos, amiga, no me molesta. Lo sabes.

-¿De verdad que no?. Es que sabes que ellos dos tienen casi el mismo tiempo que tú y yo de amigos, pero Leo estará de acuerdo si tú no estás cómoda. Total, él tendría que viajar...

-De verdad. Estoy bien.

¿Pero de verdad lo estaba?. Tendría dos meses para averiguarlo.


Uno, dos, tres. Izquierda, derecha, izquierda. Un salto, dos saltos, tres saltos. A gachas.

El sonido de los pies rozando el piso flotante se combinaba con la música de fondo en el gimnasio, y con los ritmos latinos de la clase de zumba donde señoras de las tercera edad dejaban los pasos en la pista.

-Muy bien, ahora solo te hace falta un trote suave para terminar. Diez minutos de trote,  diez minutos de caminar suave para bajar el ritmo, y vuelves acá para estirar.

No sé quién le había dicho que entrenara en un gimnasio que solo visitaría por unas semanas, si podría haberlo hecho en el parque o en casa de sus padres. Aunque aceptaba que se había apuntado en ese gimnasio porque estaba ubicado en el centro, sobre la misma calle en la que ella trabajaba antes, o al menos donde la última vez la había visto.

Sí, ya recordaba porqué se apuntó.

No perdía la esperanza de verla. Si es que no lo odiaba por la cantidad de mensajes que le había dejado.

No.

Esperaba que no.

Tan cercaWhere stories live. Discover now