2

555 101 97
                                    

Se hallaron sentados en la baja y pequeña mesa de la cocina, uno al frente del otro, el pequeño de Yoona entre ellos sobre un acolchado cojín, y los cuatro gatos merodeando cerca. Sobre la tabla yacía un budín recién salido del horno, y sabiendo de lo caliente que estaba, aún así ansiaron en demasía y se deleitaron antes de tiempo.

—A la cuenta de tres, ¿va?

—Va —acuerda el peli-naranja. 

Cada uno coge un esponjoso trozo de budín y lo acercan a sus narices. La fragancia que desprendía el alimento les llegó de golpe e hizo sus entrañas rugir. El pequeño Huening solo calla y mira con detenimiento a los dos chicos, y vuelve a chupar su pulgar.

—Uno... —comenzó la cuenta regresiva de Kim— Dos... —sin siquiera llegar al tres, Jungkook le hincó el diente— ¡Jungkook!

Se derritió por gula.

—¡Mmm! —gimió de puro gusto— Oh, Taehyung... De verdad que esto es una maravilla —admitió con brillos en su mirar y la boca llena—. Te juro que me comería cinco de estas cosas...

—Ajá —le levantó una ceja.

—Mi mamá hacía unos parecidos, pero la receta de la tuya se siente diferente y me gusta mucho.

—Ajá... —fue doblando papel higiénico y su sonrisa no parece desaparecer por nada.

—Fue una buena idea el que cocinaras esto. Me trae recuerdos...

—Ajá —le miró y le tendió el papel doblado—. Ahora bota.

Jungkook recibe el suave papel y planta en él lo que acababa de masticar para luego hacerlo una bolita y apartarlo de la mesa. Taehyung no se inmutaba al verle, pues le había agarrado cotidianidad a las mañas del peli-naranja, y no le culpaba de nada. Es más: se compadecía. No negaba que le desagradaba ver esa linda boca regurgitar lo mordido pero, por lo menos, le consentía el volver a sentir antiguos sabores en su paladar. El rostro de Jungkook sonrojaba cuando algo le agradaba, y a veces lágrimas saltaban cuando un platillo conllevaba a la exquisitez. 

Taehyung quería admirar siempre la sonrisa de su novio, sin importar el cómo, y el bebé presenciaba todo con gracia.

—Hace cinco años que no como esto.

—¿Tanto así? —Jungkook le asintió con la cabeza mientras continuaba dando voraces mordiscos— Vaya...

—Es dulce, y amo lo dulce.

—Pero nada es más dulce que yo, ¿cierto? —se mofó y recibió un golpe en el hombro para después soltar carcajadas.

La radio estaba prendida; la televisión estaba averiada debido a las mordidas en los cables causadas por los felinos, así que descartaban el ver la pantalla. La emisora actual había acabado con las canciones y la sección de noticias dio comienzo. Jungkook y Taehyung se embelesaban con el dulzor del postre y cuando sus nombres fueron pronunciados por la pulcra voz del periodista, se congelan. 

Todavía les buscaban.

Jungkook suspira e intenta ignorar lo mucho que sus tripas dolían por el hambre insaciable. Se levanta del suelo y se encamina hacia la radio para apagarla de mal gusto. Vuelve a posarse frente al rubio y suspira pesado.

—Esta... —traga bilis y apoya su mejilla sobre la baja mesa— Es mi primera navidad sin familia, y lamento que tenga que ser igual para ti.

Taehyung le mira, frunce el ceño e intenta encontrar la mirada de Jungkook, con la mejilla en la mesa.

—Hey —le espabila—, Jungkook —recibe una vista estropeada y le toma de la mano para que en él se fije—. Tú eres mi familia. Huening también es mi familia, y estoy bien con eso —le aclara con dulzura en su voz, haciendo a Jungkook parpadear desconcertado.

caótico, libro 2 • taekookWhere stories live. Discover now