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Su relación era extraña, bastante extraña considerando que las relaciones normales eran públicas, con demostraciones públicas y todo eso que involucra al público. Sólo su mejor amiga lo sabía, nadie más, y sinceramente no le importaba. Darya estaba enamorada de Isaac desde que tenía uso de razón, así que no le interesaba tenerlo aún bajo esas condiciones algo extrañas.
Habían sido amigos antes, vecinos desde siempre, hasta que arruinaron su amistad teniendo sexo a diario. Y eso estaba bien para ambos, lo pasaban bien juntos y no solo en el plano sexual, por algo habían sido amigos antes. Además Darya quería creer que existían sentimientos más profundos entre ambos.
Pero desde hace un tiempo, exactamente inicio del nuevo año escolar, él estaba comportándose realmente extraño. Era algo nuevo que lo perturbaba y no lo hacía ser él realmente, por lo menos no con ella. Ni siquiera el año pasado, con la muerte de su padre y sus nuevos amigos Isaac la había ignorado como lo estaba haciendo durante esos días. Tampoco se aparecía a dormir en las noches con ella.
Si se era sincera, lo extrañaba demasiado. No solo por el hecho de dormir juntos y el increíble sexo, sino por la conexión que Darya sentía tenían.
Decidida a no esperar más, tampoco creyéndose capaz de aguantar la agónica incertidumbre, lo esperó hasta el final del día, cuando ya no quedaban muchas personas en el instituto.
Estaba sacando unas cosas de su casillero cuando escuchó sus pasos, el golpeteo de su corazón y sintió su inconfundible aroma. Cerró los ojos con frustración y se preparó, no iba a arrancar, sabía que debía darle la cara.
—Isaac...
— ¿Qué quieres? —su voz sonó mucho más dura y fría de lo que había planeado. Los ojos de Darya se abrieron de golpe y sintió como su corazón se hizo un puño.
—Hablar contigo —le respondió la morena ignorando el hecho de que su pecho le estaba doliendo demasiado.
— ¿De qué? —increpó Isaac ignorando por completo su figura. Solo se dio el tiempo de mirarla por un segundo, y ese segundo bastó para que Darya notara que en su rostro ya no estaba esa alegría habitual, el brillo juguetón en sus ojos, la sonrisa hermosa e incitadora. Nada. En cambio se encontró con solo disgusto y cabreo, al parecer con ella.
