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—¡No, suéltame! —el grito provino de la sala.

Corrió hacia allá. Esquivaba objetos en la penumbra sin darse cuenta de lo que hacía. Era como si una segunda voz en su cabeza, una más serena y confiada, le ordenara saltar o dar la vuelta en el momento exacto. Este descubrimiento lo hubiera horrorizado en circunstancias normales, pero gracias a la apuración por salvar a su madre pasó por alto aquella anormalidad en su cerebro.

Sus padres se encontraban tirados en el piso de la sala. Él encima de ella, a horcajadas, susurrando palabras inaudibles. Ella esforzándose con ambas manos para alejar la boca que le susurraba aquellas frases que enturbiaban el aire.

—¡Déjala! —gritó Iván.

Su padre no le hizo el menor caso. Sin embargo, su madre giró la cabeza hacia él.

—¡Iván, quema el altar, rápido!

Iván fue hacia allá. Aunque tenía la intención de quemarlo, no pudo hacerlo: vio algo desconcertante. Al margen de los retratos de Iván y de su madre flanqueados por velas negras, o de los fémures cruzados formando una equis, lo que capturó totalmente su atención fue un rosario ensangrentado. Iván ignoraba por qué aquel rosario de madera le producía más miedo que cualquier otra cosa. Llevó una mano hacia adelante. Cuando sus dedos rozaron una de las cuentas, sintió que un destello de luz blanca le entraba por los ojos y le recorría el cuerpo.

Entonces recordó.

Iba de la mano de su madre. Estaban en la casa de la ciudad, no en el rancho. Salieron por la puerta de entrada con pasos rápidos. Afuera, el sol se asomaba entre los edificios como un anuncio publicitario del atardecer. Caminaron hacia el automóvil, que estaba estacionado junto a la banqueta.

—No voy a dejar que se vayan, ¿oíste?

Iván miró hacia atrás: su padre acababa de salir de la casa y los señalaba con el índice. Se veía molesto. Muy molesto.

—Díselo a mi abogado —contestó ella al tiempo que abría la puerta del copiloto y empujaba a Iván al asiento.

—¡Somos una familia, carajo! ¡No me pueden abandonar!

Su madre cerró la puerta y rodeó el carro para subirse por el lado del conductor.

—¡Estás exagerando todo!

Su madre siguió ignorándolo, cerró la puerta y encendió el vehículo. Iván miraba por la ventana a su padre.

—¿A dónde piensas ir? ¡Me necesitas, no eres nada sin mí!

El auto se puso en marcha. Iván se arrodilló en el asiento para ver por el cristal trasero lo que pasaba: su padre corrió por la calle, siguiéndolos, después se detuvo y se llevó una mano a la cabeza. Iván estuvo seguro de que su padre lloraba, a pesar de que llorar era algo reservado exclusivamente para los bebés.

—Siéntate bien —le ordenó su madre.

Iván obedeció.

—¿A dónde vamos?

—Al rancho.

—¿Por qué?

—Porque... allá vamos a estar mejor.

—¿Sin mi papá?

—Sí, sin tu papá.

Pararon dos veces para cargar gasolina. Iván veía entre sueños las luces de las gasolinerías. Durmió gran parte del trayecto, hasta que una sacudida lo despertó.

—¿Qué pasa?

Su madre tenía una expresión tensa y miraba continuamente el espejo retrovisor, del que colgaba el rosario de madera. Era noche cerrada.

—Nada. Vuélvete a dormir.

Iván sabía que su madre le estaba mintiendo. Algo pasaba. Y algo grave, por lo visto. Se desabrochó el cinturón de seguridad, se arrodilló en el asiento y miró hacia atrás: a lo lejos, un par de luces avanzaban por la carretera, acercándose.

—Siéntate bien.

Iván no hizo caso.

—¿Nos están siguiendo?

—¡Siéntate bien y ponte el cinturón!

Las llantas rechinaron en una curva. Sin embargo, la madre de Iván no disminuyó la velocidad. Al contrario: pisó el acelerador a fondo.

—¿Quién nos viene siguiendo?

—Tu papá. Ponte el cinturón, es la última vez que te lo digo.

Iván, contagiado por el tono de alarma que empleó su madre, tomó asiento y se puso el cinturón de seguridad.

—¿Por qué le tienes miedo?

Su madre dejó de ver el camino para concentrarse unos momentos en él.

—Tu papá ha hecho cosas malas, ¿entiendes? Y por eso nos tenemos que ir muy lejos.

—¿Qué cosas malas?

Su madre guardó silencio. Luego de unos segundos, se decidió a contestar.

Palabras oscurasWhere stories live. Discover now