Capítulo 36: Elemental de Fuego

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A la mañana siguiente, Sigrid escondió una muda de ropa en el laberinto, para cuando Karen escapara. Disimuló que preparaba otro ramo y fue por la parte exterior; si ingresaba llamaría la atención. Tijera en mano, cortó ramas y ocultó el bolso impregnado en esencia de jazmín, enterrándolo en lo más profundo y cubriéndolo con los matojos.

Luego, continuó su aparente tarea, como varias de las sirvientas que rondaban el jardín, encargadas de los preparativos para las visitas.

—¿Otro ramo?— Larjet se acercó a Sigrid, seguido por los perros infernales.

—Los aposentos de la señorita deben lucir perfectos— respondió tranquila, juntando ramas cargadas de hojas.

—A este paso los jardineros tendrán que trabajar el doble. ¿Cuántas visitas esperan?

—No manejo el número, pero se espera que los generales lleguen a partir de hoy— cortó rosas, tratando de alejarse, pero notó que los sabuesos se acercaban mucho al laberinto—. Por cierto, ya prepararon las presas y quedaron muchos huesos de sobra, ¿te los paso, para ellos?

Al escuchar la palabra huesos, los sabuesos levantaron las orejas y miraron a la joven con sus ojos amarillos, sacando la lengua.

—¿Tenías que decirlo tan fuerte?— reclamó, molesto por verlos desobedecer—. Vamos a la cocina, rápido. Por tu culpa no van a dejarme en paz hasta que les dé algo.

—Vamos, vamos— Sigrid se encaminó con aire risueño.

...

Por una de las entradas que tenían los sirvientes, Sigrd le entregó a Larjet un balde metálico lleno de huesos y entrañas desechadas. Este les lanzó algunos a los sabuesos rumbo a la caseta donde vivía, para que no estorbaran.

Los perros dieron saltos en el aire para atraparlos, dejando tras de sí una estela de brasas encendidas. Despidieron ladridos de fuego para quemar su comida y se acomodaron a roer a los pies de un ciprés, bajo el cual la tierra estaba negra, marcada por sus cuerpos incandescentes.

Sigrid tuvo que ayudar en la cocina y tardó más tiempo del deseado. Cuando volvió a la habitación de Karen, fue con la bandeja de almuerzo entre sus manos. Sintió que la escena de ayer se repetía, pero al entrar, la encontró leyendo las cartas de Furan. La chica sonreía, pese al sobresalto que tuvo con la puerta abriéndose.

—Todo en orden— anunció Sigrid, cerrando la puerta tras de sí con la cadera—. Tal cual como lo pediste— refiriéndose a la ropa escondida, pero habló de forma tal que quien vigilaba afuera pensara se refería a la comida.

—Gracias, Sigrid.

La joven tomó el florero con el nuevo ramo y se acercó a la ventana.

—Quedó a tu derecha. El aroma de las flores lo impregnará, pero creo que no será una molestia.

—Para nada— Karen siguió su conversación secreta. Bajó la carta y la juntó con las demás, que estaban esparcidas en la mesa.

Los mensajes de Furan le subieron el ánimo. Relataba qué vio en terreno Neutral, hablándole de detalles sin importancia como si fueran descubrimientos asombrosos, las torturas de Dono y las riñas con Ban, que eran por temas sin importancia. Le intrigó que el chico no les diera problemas y hasta cooperara, sin embargo, de un momento a otro Furan dejó de mencionarlo.

Karen buscó respuestas en el mensaje de Mizuno, enviado desde la frontera con Magia Oscura, pero era demasiado breve y parecía haber sido escrito a la rápida, con ideas que no se desarrollaban.

Archimago 4, Las Runas SagradasWhere stories live. Discover now