Capítulo 10

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Adrien perdió el concurso de juegos a manos de Marinette y su madre Sabine, el rubio se desilusionó un poco, pero la experiencia de haberse divertido con su padre no se la quitaba nadie.

Con la fiesta finalizada, ambos Agrestes salieron del François para esperar que Gorilla pase a recogerlos; este llegó algo tarde ya que primero paso a recoger a la señora Agreste, padre e hijo ingresaron y la familia volvió a casa; el menor subió a su habitación y se encerró en ella, debía ponerse a trabajar en el proyecto que la señorita Sancoeur le asignó junto a Marinette.

─Nuestro hijo estuvo muy molestó está mañana─ comento Gabriel entrando en la sala acompañado de su esposa ─Le prometiste acompañarlo y lo dejaste sin avisarle

─Mi trabajo es más importante─ replicó tomando asiento ─Seguro entenderá

─Podrias haberle dicho que salias. . .

─¿Y discutir en vano?─ el asistente ingresa con dos tazas de café, en silencio las deposita en la mesa y se retira ─No gracias, me desperté y me fui, luego le pido disculpas─ toma la taza y bebé un sorbo cortó

─No te preocupes el entiende, y no hizo falta tu presencia yo fui con el.

─Bravo, por fin asumiste tu paternidad─ aplaude

─La asumí siempre, no sé de qué hablas.

─Claro, pasaste los últimos catorce años diseñando ropa sin darle atención o afecto, un gran padre.

─Gracias a que pase mis días diseñando a él no le falta nada.

─¿Que insinúas?.

─No insinuó nada.

─Para que sepas yo también trabajo para que a él no le falte nada y no tener que depender de ti─ se cruza de brazos

Gabriel se levanta con la taza en mano y deja el lugar, jamás quiso hacer alusión a nada, pero ella siempre llevaba las discusiones a terrenos en donde el parecía un monstruo; el aclamado diseñador se encerró en su área de trabajo, se terminó su café y empezó a pensar en todo lo que vivió, y lo que empezó a vivir después de ponerse esos estúpidos anillos.

La puerta del atelier sonó, el no se inmutó, la rubia entro de todos modos, camino hasta el escritorio y expresó sus disculpas; Gabriel solo giró su silla y no contestó.

─No seas terco, nosotros nos amamos; ¿como puedes enojarte por una pequeñez?.

─¿Es una broma Emilie?─ dice sin mirarla ─Tu vienes de una familia adinerada, los Agreste nos hicimos de abajo, no sabes lo que es pasar necesidades, lucho día a día para que mi hijo no tenga que pasar por eso y tú me dices que haces lo mismo─ se gira y la mira fijo ─Te amo incondicionalmente, pero no voy a tolerar esto

─¿Hay otra?.

─¿Que?.

─No te hagas el tonto, ¿¡hay otra mujer en tu vida!?.

─Y aquí vamos de nuevo.

─Si no hay nadie en tu vida porque no me perdonas y terminamos con todo esto─ grita

─No hay nadie, me molesta ver a mi hijo sufrir.

─Hipócrita─ replicó ─Adrien jamás te importo, solo tiene tu apellido y nada más

─Suficiente─ rodea el escritorio y se encamina a la puerta

─¡Vete a reugiar con ella!.

El diseñador ignoró esas palabras y dejó la casa, salió tan enojado que cuando se quiso percatar se encontraba caminando a unas varias manzanas lejos de la mansión, no tenía celular, solo su pequeña billetera con algunos euros, estaba tan enojado que no pensaba volver a buscar las llaves de su auto, móvil o más dinero.

De tanto caminar sin sentido, llegó a la panadería de los Dupain-Cheng, no era lo que buscaba pero sería su refugio por un par de horas, sin miedo entro, se dirigió al mostrador y ordenó un café.

─Disculpe señor Agreste ¿no tendrá un billete más chico?─ preguntó Tom con pudor, ya que el hombre le había dado uno de 500 euros

─Guarde el cambio─ replicó el platinado y fue hasta una mesa

Sin mirar tomo asiento, vio un periódico sobre la mesa, lo agarro y empezó a leer, minutos luego una carraspera llamó su atención, el diseñador baja el papel y se encuentra con unos ojos azules viéndolo de forma molesta.

─Lamento decirle que está sentado en mi mesa─ hablo Nathalie señalando sus cosas y su cartera

─Lo lamento, pensé que estaba libre─ se levanta y mira las demás mesas, todas ocupadas, finalmente suspira rendido

─Tranquilo, quédese, no veo que haya problema en compartir─ sonríe traviesamente

─Si usted no tiene problema─ ella asiente y el se vuelve a sentar ─Le agradezco

─¿Todo en orden?, no se ve muy bien─ dijo tomando unas hojas y comenzando a escribir sobre ellas

─Discuti con mi esposa. . .

─Que problema─ suspira

─Asi es, ahora que recuerdo solíamos discutir mucho.

─Suelen─ lo corrigió

─Soliamos─ replicó, ella levanta la mirada ─Ya olvidó nuestro pequeño secreto─ hablo bajo

─Cierto, me disculpo─ rodea sus ojos ─¿Aun sigue convencido de eso?

─¿Tú no?.

─Es difícil de creer cuando los últimos veinte años estuviste trabajando como maestra, y hasta hace tres meses usted no sabía ni quién era yo.

─Cuentame como era todo antes de que te hable de esto.

─Normal.

─¿Me viste alguna vez?.

─Una sola, usted llegó con su esposa para traer a Adrien al instituto, el había insistido mucho para estudiar con otros chicos en una escuela de verdad, solo lo vi de lejos y luego se fue sin hablar con nadie, solo con su esposa.

─Suena a mi─ ríe ─¿Luego?

─Luego vino a decir todas esas locuras─ acomoda un cabello rebelde detrás de su oreja, Tom aparece y deposita el café de Gabriel en la mesa

─¿Nathalie gustas algo más?─ preguntó sereno

─No Tom, gracias en breve me retiro─ el hombre asiente y deja el lugar

─¿Adentro tuyo, en algún lugar, me crees?─ soltó de pronto

─Lamento decir que no─ sentenció

─Tu siempre me has creído, no importa que diga. . .

─Lamento no ser esa persona que busca, soy simplemente la maestra de su hijo─ alza sus hombros

─Si hubiera sabido que para traerla, pagaría este precio habría pensado mejor las cosas─ se cruza de brazos

─¿Que precio?, perder una asistente ejecutiva para un millonario debe ser el menor de sus problemas, no se quedó solo, tiene su familia y un asistente ¿que más quiere?.

─Tu no eres una simple asistente.

─¿Que soy entonces?.

Gabriel se queda callado, ella lo mira, el tiempo parece no correr, hasta que la teñida agarra sus cosas y se levanta.

─Fue lindo conversar pero debo volver a casa─ guarda todo en su maletín, se coloca el abrigo, su cartera y mira al diseñador ─Hasta la próxima─ se va

El platinado se queda ahí sentado muy enojado, sin saber porque no se atrevió a contestar, el sabía muy bien lo que ella era para el, una gran asistente, una amiga, una compañía, un pilar que lo sostenía en sus peores momento, pero al instante de largar todas esas verdades frente a ella no pudo decirlo, fue como si se quedara sin voz.



 Miraculous: Una navidad anormal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora