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Al llegar a casa, habló de JunHee hasta que el hecho de que tenía un amigo penetró en la mente de todos los miembros de su familia.

Yerim preguntó si era hermano de una cierta señorita Park, pero no, ella era hija única, mientras que la señora Lee lo confundía con un profesor llamado JunSeo. DongHun se sentía profundamente herido. Un sentimiento fuerte hace brotar otro, y se asentó en él una profunda irritación contra las mujeres de su familia. Sus relaciones con ellas, hasta entonces, habían sido, aunque triviales, estables, pero parecía inicuo que todas confundiesen el nombre de aquella persona que se había transformado en lo más importante del mundo para él.

El hogar lo castraba todo. Lo mismo sucedió con su ateísmo. A nadie le afectó profundamente como él esperaba. Con la crudeza de la juventud, llamó aparte a su madre y le dijo que él respetaría siempre los prejuicios religiosos de ella y de las niñas, pero que a él su conciencia no le permitía asistir más a la iglesia. Su madre dijo que era una gran desgracia.

—Sé que esto te trastornará un poco. No puedo evitarlo, madre querida. Eso es lo que siento, y no vale la pena discutir.

—Tu pobre padre siempre fue a la iglesia.

—Yo no soy mi padre.

—Donggie, Donggie, ¿cómo dices eso?.

—Bueno, no lo es —dijo SooHyun con su descaro habitual—. Realmente, madre, convéncete.

—¡SooHyun, querida, qué haces aquí! —gritó la señora Lee, advirtiendo que era necesario manifestar disgusto y no deseando volcarlo en su hijo—. Estamos hablando de cosas distintas, y además no tienes ninguna razón, porque DongHun es la viva imagen de su padre… El doctor Hoon lo dijo.

—Bueno, el doctor Hoon tampoco va a la iglesia —dijo DongHun, cayendo en el hábito familiar de salirse por la tangente.

Este desliz de su madre hizo estallar a Yerim y a SooHyun. Y el ateísmo de DongHun quedó olvidado.

Escribió a menudo a JunHee largas cartas en las que intentaba cuidadosamente expresar matices de sentimientos. Park no les dio apenas importancia y así lo decía. Sus respuestas eran igualmente largas. DongHun nunca las sacaba del bolsillo, cambiándolas de traje a traje y hasta metiéndolas en el pijama cuando se iba a la cama. Despertaba y las tocaba y, contemplando los reflejos de la farola de la calle, recordaba el miedo que sentía cuando era niño.

Tres semanas en su compañía le dejaban desconcertado, sucio, victorioso en cada cosa, pero derrotado en todo. Regresaba pensando y hasta hablando como su madre o como Yerim. Hasta que JunHee llegó, DongHun no advirtió el retroceso. Park había estado enfermo, y regresó con unos días de retraso. Cuando su rostro, un poco más pálido de lo normal, asomó por la puerta, DongHun sintió un estremecimiento de desesperación, e intentó volver al lugar donde estaban el curso anterior, y volver a reunir los hilos de su estrategia. Se sentía débil y con miedo a actuar. La parte peor de él surgía a la superficie y le impulsaba a preferir la comodidad a la alegría.

—¿Qué hay, chico? —dijo torpemente.

JunHee entró sin hablar.

—¿Qué te pasa?

—Nada.

Y DongHun se dio cuenta de que había perdido contacto. El curso anterior hubiese comprendido aquella silenciosa entrada.

—Bueno, siéntate.

Park se sentó en el suelo, fuera de su alcance. Era al final de la tarde. Los rumores del mes de mayo, los olores de la primavera floreciendo, llegaban en oleadas a través de la ventana y decían a DongMyeong: "No eres digno de nosotros." Sabía que estaba muerto en más de la mitad de su ser, y se sentía ajeno, un palurdo en Atenas. Nada tenía que hacer allí, ni con un amigo como aquél.

Wrong [DongJunChan]Where stories live. Discover now