Capítulo 13: Él no me quiere.

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Ryan.

Me gustaba hacer sentir queridas a las personas. Aunque quisiera patearlas trataba de comprenderlas y respetar sus decisiones.

Pero también debía comprender que algunos no debían recibir afecto de mi parte. Eso sería difícil de lograr.

—¿De verdad te está yendo bien? ¿De verdad? —Mi madre insistió al otro lado de la línea. Yo colgaba toda mi cabeza de la litera para no soltar el teléfono de base—. ¿Lo juras por tu Malibú? Porque puedo quitártelo.

—De maravilla, joven preciosa. —Halagué a mi madre para que esta se sonrojara al otro lado de la llamada y me dijera que dejara de bromear con su edad.

—En serio, al menos me alegra de que a uno de los hijos de ese malnacido le esté yendo bien. El otro loco ya tiene un pie en la tumba con tanto golpe a la cabeza, será fácil de superar, por no decir que ya lo has hecho.

—Mamá, sé que no tiene relación contigo —la irrumpí, aferrando una mano a las cobijas para mantenerme tranquilo—. Pero sigue siendo mi hermano. Por favor, no hables así de Christian.

—Ese pedazo de...

—MADRE.

—Es un maldito homosexual. —Masculló ella antes de cortar la llamada, dejándome colgado allí.

Respiré, todo lo que pude, desvaneciéndome por el colchón como si fuera un montón de arena húmeda que se caía a trozos del aburrimiento y la molestia. Me sentía abochornado con el calor, el coraje que hice con mi madre solo incrementó aquello. No comprendía su necesidad de destacar en un pueblo que la odiaba, que minimizaba su vida, todo por hacer que un hombre se retorciera.

En serio no me gusta parecerme tanto a ella.

Rodé los ojos por la habitación hasta ver solo el escritorio de Skinner, con sus libretas bien acomodadas a diferencia de mi espacio. Me reincorporé en la cama antes de bajar pues los ruidos del exterior indicaban que alguien necesitaba ayuda abajo.

Me metí en los botines, deslizándome por el dormitorio hasta salir al pasillo. Saludé a los vecinos de habitación, también a Débora que se encontraba adormitada en la recepción. La verdad era un día bastante aburrido, teniendo en cuenta que solo habían muchos trabajos que realizar pero fui esclavo de ellos casi toda la tarde tras salir de las únicas clases del día.

Me aburría con facilidad, si se trataba de estudiar, claro.

—Yo lo llevo. —Levanté mi mano para hacerme notar.

Afuera del pasillo se hallaba Daniel, recogiendo dos cajas de los brazos de su hermana Tatyana. Ambos estaban recibiendo la fuerza del sol, incluso yo tuve que cerrar los ojos al pisar fuera y acercarme a ellos. Esa fuerza nos iba a terminar quemando como pescados a la brasa.

Se me antojó.

—Nosotros podemos. —Respondieron los hermanos Sherman, totalmente coordinados. Voltearon a verse antes de sonreír con molestia por aquello, y procedieron a agradecerme, al mismo tiempo.

—Dios, ya para. —Tatyana se apartó, dejando ir la caja sobre mis brazos para que ella ya no tuviera la necesidad de seguirlo al dormitorio. No me agradeció más allá de una leve sonrisa incómoda.

—¿Irán al partido de hoy?

Mi pregunta fue lanzada con emoción. Usé mi pierna para elevar un poco más la caja y que esta no se me resbalara, parecía traer cosas frágiles de Daniel. Él se limitó a negar con la cabeza, me echó una mirada con disimulo para que fuera entrando y dejáramos allí a su hermana, pero yo esperé paciente por una respuesta verbal.

Casanova a tu servicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora