Capítulo 25: Siempre a tu servicio.

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Ryan.

Desearía enterrarte en mi cabeza y olvidarme de ti, pero sé que no podría vivir tanto tiempo sin estos sentimientos.

Era el amor, a la vida, lo que me mantenía en constante alegría. Sin amor, aquí dentro se sentía como una sequía.

Fuiste tú. —Chloe caminó hacia mí, gritando a sus costados que nadie la siguiera. Estiró sus manos y empujó mi pecho para hacerme volver dentro del cuarto donde estaba.

Gran mierda.

Su ropa formal se estiró más de lo debido cuando azotó la puerta, pero no parecía incomodarle que le apretaran las prendas color crema, parecía llena de adrenalina. La miré con nerviosismo desde mi altura, esperando para decir algo, pero me señaló al rostro para callarme.

—Tú eras quien escribía, ¿verdad? Alec volvió conmigo porque TÚ LO LOGRASTE.

Abrió la boca para tomar aire y no hiperventilarse. Ambos estábamos frente al otro, en ese cuarto pequeño lleno de estantes y sillas alrededor, solo una ventana por donde quedaban los rayos azules. Junté las cejas y me ahogué en aquellos segundos de presión.

Chloe era alguien bella, no pude quitarle los ojos de encima y ella tampoco los quitó de mí. Sentí que mi mirada lucía agotada, los ojos se me cerraban por el dolor de cabeza, pero continuamos mirándonos como si fuéramos los únicos sobrevivientes de guerra.

Ojos vacíos que ya no buscaban respuesta.

—¿Fue real o dijo que le gustan los hombres solo porque no me ve como mujer?

—Quisiera decirte que mintió. —Apreté los párpados, nuestros suspiros se entrelazaron.

Chloe se quitó el broche que sostenía unas hebras de su cabello. Se sentó en uno de los bancos detrás y tras unos breves segundos comenzó a llorar. Me asustó su repentino llanto, solo recordaba haberla visto llorar en el pueblo a los 9 años, cuando Alec le gritó que dejara de fastidiarle.

—Siempre fue tan obvio, ¿por qué no dudé hasta ahora? —Expresó, dándose pequeños golpes en la cabeza para rebuscar en sus memorias—. ¿Yo le daba asco? ¿O nunca se quejó de mis besos contigo?

Le preocupa sobre todo el que Alec nunca le quisiera de esa forma.

—Creo que eras como su hermana, dijo que tú lo veías igual. —Aclaré, sentándome a su lado para apaciguar el ambiente—, nunca dijo nada malo de ti, le parecías demasiado para él.

—PUDO HABER ROTO CONMIGO EN PRIVADO, EXPLICÁRMELO, ¿PERO SI ME QUERÍA, POR QUÉ LO HIZO EN FRENTE DE TODOS? —Gritó, sacándose el saco color crema que llevaba. Estiré mis manos para detenerla, pero no pude impedir que por sus movimientos se rompiera el collar de perlas que usaba.

Me agaché para recogerlas. Me sentía en modo automático, solo reaccionando al mínimo actuar de otros, no quería pensar mucho, mis sentimientos aún eran extraños.

—Me siento llena de vergüenza. —Sollozó, extendido sus manos mientras yo ponía allí las perlas.

—No es tu culpa...

—¡¿No lo es?! Yo organicé esto, yo quería hacer esto, yo forcé esto. —Arrojó de nuevo las perlas, haciéndome suspirar al ver el suelo brillante por ellas otra vez.

Me dijo que ya no las recogiera. Jaloneó mi saco para levantarme, me sentó correctamente, acomodó mi corbata y me dijo que ya me quedara quieto porque le daba ansiedad. También me pidió que no hablara por un momento, solo le dejara pensar.

Observé las perlas, como pequeños rastros de estrellas muertas, incapaces de guiarme en el caos que formaban. Igual que una constelación sin nombre que se perdía en la inmensidad de una galaxia, me sentí tan mal en esa silenciosa oscuridad.

Casanova a tu servicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora