iv. bad boy

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CAPÍTULO CUATRO
Chico Malo

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Una vez que el Sol había aparecido, Olaya había vuelto a su hogar con una gran sonrisa plasmada en su rostro después de tan divertida noche

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Una vez que el Sol había aparecido, Olaya había vuelto a su hogar con una gran sonrisa plasmada en su rostro después de tan divertida noche.

Cerró la puerta detrás de sí para luego comenzar a subir las escaleras hacia su habitación, y así poder dormir todas las horas que no había podido.

—Hasta que apareces.

Olaya insultó en su cabeza.

La pelirroja volteó lentamente, encontrándose con su padre de brazos cruzados, apoyado en el marco de la puerta de su oficina.

—Buenos días, papá —musitó Olaya observándolo.

—¿Buenos días? —Rigel se burló— Tarde, querrás decir. ¿Acaso viste la maldita hora qué es?

La menor hizo una mueca, intentando pensar en alguna estúpida excusa para poder librarse de cualquier castigo o sermón que su padre pudiera darle.

—Kashmira necesitaba ayuda con su tarea de Matemática —mintió Olaya temerosa—, lo siento.

—Un lo siento no arregla nada —dijo el hombre con brusquedad—. Que sea la última vez, Caroline.

«Es Olaya, imbécil» refutó la chica.

—No te preocupes, padre —murmuró Olaya sintiéndose intimidada—. No volverá a ocurrir.

—Que así sea —sentenció el mayor seriamente—. Tu madre quería hablar contigo sobre esos asuntos estúpidos de su trabajo, ve con ella.

La menor rodó los ojos disimuladamente. No respondió a su padre y comenzó a subir las escaleras hasta llegar a la habitación de su progenitora.

Tocó la puerta un par de veces, recibiendo un "Adelante" como respuesta.

—Papá dijo que me necesitabas —anunció la menor—. Dijo que era un asunto sobre tu trabajo.

—Así es, cariño —contestó Giennah—. Necesito que escojas las prendas que quieres usar para el desfile del sábado, y tomarte las medidas para el vestido del domingo.

La pelirroja bufó con pesadez ante lo dicho. Decir que el modelaje la aburría era poco, lo detestaba. ¿Para qué quería que otras personas la mirasen caminando por una alfombra interminable? Le parecía ridículo.

—Como digas, mamá.

Su madre le sonrió con comprensión. Era consciente de que a su hija no le gustaba ni en lo más mínimo lo que estaba haciendo, pero también sabía que no tenía otra opción.

my oh my ; roger taylorWhere stories live. Discover now