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—Ya no aguanto cuidar niños, ¿Acaso URSS no sabe lo que son preservativos?—El anglosajón expresaba su malestar con su amigo el latino, estando en la casa del mismo soviético del que hablaba mal.
—¿No crees que estás siendo un poco duro? El pobre no tenía radio en la casa.—Le respondió el mexicano que estaba en la misma mesa, riendo un poco por el cansancio de su vecino del norte.—A parte, tienes un chingo de estados, no te quejes gringuito.—
—Es que son MIS estados, éstos ni son míos Mexico. Me hubiera recibido de maestro de guardería si quería cuidar niños ajenos.—
—Ay, ay, no exageres, ¿Qué harás con nuestros niños?—Respondió a modo de broma.
—Don't be a fucking gay and behave【No seas un puto gay y compórtate】—Le dijo de mala manera, no estaba de buen humor como para bromear.
—Si, si, pero no manches, ni tan revoltosos son los escuincles; no tuve que amenazarlos para que limpiaran su cuarto, se comen todo lo que les pongas en el plato y me dicen que cocino bien. Chécate esa mamada.—Explicó el de menor altura emocionado, cada niño era tan bien portado.
—Tú dices eso because, your children are beasts.—Justificó el de habla inglesa, siendo totalmente directo ante el latino.
—Dí eso otra vez y te sueno pinch-...—Sintió como si alguien hubiera caído sobre el piso de madera, seguido de un ligero llanto pasó por sus oídos justo antes de terminar la oración.—¿Lo oíste o estoy loco?—
—You are crazy.—
—Nomás te haces pendejo pa' no ir.—
—It's your turn.—Descargó sus responsabilidades en su vecino del Sur. Si tanto los quería, que vaya él a solucionar todo ese lío.
—No mames, ve tú, yo soy el tío taco sombrero buena onda, no el tío gringo paramédico gruñón.—
—Ugh!—Le respondió desganado, yendo a resolver lo que sea que había pasado. 'Odio los niños' era lo que podía pensar en esos momentos.
El de cincuenta estrellas salió de la habitación, intentando percibir algún sollozo para localizar dónde estaba el problema.
¿Por qué él debía ser el paramédico? ¿En qué estaba pensando cuando aceptó serlo?
Fue caminando por toda la casa, sin saber realmente a dónde iba, escuchando ese lloriqueo infantil cada vez más cerca y dejándose guiar por aquello.
'¿Ahora quién llora?' volvió a pensar, y luego volteó a la habitación de dónde provenían los pequeños sollozos.
—Russia?—Miró al niño con una ceja levantada por unos momentos, notando como éste levantaba su cabeza algo confundido al escuchar ser nombrado.
Rusia abrazaba sus piernas mientras se secaba sus lágrimas con las mangas de aquella vieja camisa. No quería llamar a nadie, tenía algo de vergüenza de llamar a los "niñeros", no estaba acostumbrado a tratar con alguien que no sean sus hermanos, los adultos le daban cierto temor por alguna razón. De todas formas, el dolor se iba a pasar solo, como siempre lo hace.
