44° Capítulo:

268 31 7
                                    

Habían transcurrido varios días desde ese último entrenamiento, y desde entonces el castillo y sus habitantes se veían envueltos en un pequeño caos debido a los preparativos del festejo. Finalmente se iba a llevar a cabo, en un par de días, y todos se veían en cierto modo afectados por esto. Nosotros inclusive, dentro de lo que nos permitían y de lo que podíamos, aportábamos a los arreglos y preparativos. Pero querían reservar la gran mayoría como sorpresa especialmente hacia mí, así que nuestras contribuciones eran excesivamente mínimas.

Debido a las mismas razones trataban de mantenernos apartados de las instalaciones del castillo el mayor tiempo posible, lo que en cierto punto había agradecido. Bergljot, en ocasiones acompañada por Birger, nos enseñaba cada día un rincón nuevo del inmenso grupo montañoso que hacia de contenedor al castillo. En los últimos días habíamos pasado tanto tiempo juntos, los cuatro, que podía afirmar que nuestros lazos se afianzaban. Inclusive la actitud de Bergljot era mucho más efusiva.


Luego del desayuno, Bergljot nos había instado a cambiarnos y tomar algo que fuera de mayor abrigo. De la misma manera que los últimos días, hoy nos tocaba una suerte de expedición por los distantes y desconocidos puntos del terreno. Si bien entendía que la referencia al abrigo iba más bien referida a Hans, también decidí darme un pequeño cambio en lo que vestía. Usando mi propia magia, como tantas veces antes. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Caminamos por bastante rato antes de comenzar a reconocer ciertas cosas a lo largo de nuestro camino, más cuando comencé a hilar los distintos detalles pude confirmar que en el día de hoy nos dirigíamos hacia la costa. Cerca adonde Hans y yo habíamos ido a parar luego del accidente en medio del agua. Ese mismo pensamiento me derivó a pensar en la nave y todos aquellos que nos habían estado acompañando, envolviéndome en culpa por no haber pensado en ellos desde hacía demasiado tiempo. Desembocando, a la vez, en una incontenible avalancha de pensamientos.

¿Se habría terminado por hundir, la nave, luego de que la habíamos perdido de vista? ¿Qué habrá sido del capitán y todos los hombres que nos acompañaban? Y aunque tratara de pensarlo desde la positividad, si hubieran tenido la suerte de sobrevivir igual me llevaba a pensamientos poco gratos ¿Qué tal si se pasaron todo este tiempo buscándonos, agotando sus recursos antes de volver a Arendelle? ¿O habrían vuelto inmediatamente hacia el reino a causa de los inevitables daños a la nave? Cualquiera de esas dos opciones resultaba en Anna no sabiendo lo que habría ocurrido conmigo.

La angustia que comenzó a subir por mi pecho, de sólo pensar lo abrumada y alterada que estaría por la noticia, era inmensa. ¿Cómo no se me había ocurrido antes el pensar en todo esto? Me había visto envuelta por tantas cosas maravillosas, embelesada por estas nuevas criaturas y por el castillo, que todos estos importantes pensamientos habían quedado relegados a la espera. 

Y justamente cuando me estaba dejando consumir por la culpa, mi rostro se chocó de lleno contra la espalda de Hans, quien caminaba delante mío. Mientras me frotaba la nariz, tratando de aliviar la repentina electricidad que había disparado el golpe, seguí caminando para ver qué había ocurrido para que él se detuviera de repente. Más, mientras él se disculpaba por lo ocurrido, sólo me encontré con que él tampoco entendía por qué la caminaba se había visto abruptamente interrumpida. Recién entonces ambos dirigimos nuestra mirada hacia Bergljot, que nos daba la espalda mientras escuchaba con mucha atención algo que nosotros no llegábamos a captar. Antes de que pudiéramos preguntar sobre lo que ocurría, ella se explicó. 

Frozen & BurnedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora