Capítulo seis.

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Capítulo 6 | El Primer Día de Clase


Adeline untó robóticamente la mermelada en su tostada, con los ojos vidriosos. Estaba en medio de un enorme bostezo cuando alguien dijo, —¿Qué se supone que significa esto?

Un sobre cayó junto a su plato.

Se retorció en su silla y miró fijamente a un inexpresivo Tristán. Los pelos de la nuca se le erizaron, pero ella sonrió.

—¡Oh, Barrio Sésamo! ¡Buenos días!

Podría jurar que su ceja izquierda se movió.

Caminó alrededor de la mesa y se dejó caer en la silla frente a ella. Se inclinó hacia adelante y dio un golpecito al sobre. —Repito, ¿qué es esto?

Ella revisó la cafetería, deseando que Sammy no fuera tan madrugadora y no se hubiera ido hace horas. De acuerdo, si salgo de esto de una pieza, entonces prometo... prometo despertarme extrañamente temprano como Sammy y terminar de comer a las ocho para empezar a estudiar en la biblioteca. Lo prometo... por cada tercer viernes del mes.

Tristán se iluminó. —¿Planeas contestarme pronto?

Está bien. Cada dos viernes.

—Estoy esperando.— Se cruzó de brazos.

Ah, al diablo. Ladeó la cabeza y mordisqueó lentamente la esquina de su tostada. Hurgaba en el sobre. —No lo sé.

Siseó. —¿Cómo es que no lo sabes? ¡Me diste ese sobre!

—¿Lo hice?

—¿No lo hiciste?

—Hmm.

Tristán se inclinó hacia atrás en su silla y cruzó los brazos.

Se encogió de hombros tranquilamente. —¿Cómo lo sabes?

—¿Quieres decirme quién más me llama Barrio Sésamo?

Ella hizo un gesto de dolor. Sabía que debería haber escrito lo siento y dejarlo así. Tosió, tomando un sorbo de su vaso de zumo de naranja. —¿Ya has desayunado?

Le echó una mirada.

Ella suspiró. —Bien. Sólo quería devolverte... el collar.

Él la miró fijamente. Ella se propuso no moverse de su asiento.

Él sacudió la cabeza, apoyando los brazos contra la mesa. —¿De verdad quieres tanto ese collar?

Ella se quedó callada. Luego murmuró, —¿De verdad necesitas tanto este collar?

Hubo un momento de silencio y luego suspiró. Apoyando sus manos en el borde de la mesa, se apartó y se puso de pie. —Puedes quedártelo.

Empezó a pasar junto a ella y la tostada en su boca se sentía seca. De repente, sintiéndose inmensamente culpable, ella le dijo: —¡Espera!— No puedo hacer esto. —Puedes quedártelo. Sólo estaba bromeando.

Sacudió la cabeza. —No.

—Entonces... ¡entonces por lo menos toma el dinero!

Sacudió la cabeza otra vez.

Sus manos cayeron flácidas en su regazo mientras lo miraba fijamente.

Él arqueó la ceja. —Wow. Suenan las alarmas. ¿Al final te he dejado sin palabras?

—Ya quisieras—. Sus ojos se entrecerraron. —¡Sólo tómalo! Me siento mal.

—Por mí sigue sintiéndote mal.— Tristán se encogió de hombros.

Los Problemas de Tristán (FA#2)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ