-Todo se viene abajo-

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Enzo tomó la mano de Milay mientras cruzaban las puertas del hospital para salir de ahí; para salir de ese lugar donde muchas lágrimas, promesas y ruegos habían sido testigos del amor que Enzo profesaba por esa mujer y el dolor que había soportado al creerla perdida. Él estaba convencido de que ahora todo iría bien entre ellos, después de todo Milay ya había despertado y Rosela comprendía que su lugar no era junto a él, por eso lo había dejado ir. Ella había entendido, y aunque le dolía, sabía que su destino no era estar juntos.

Ahora Enzo solo... Debía encontrar la manera de explicarle a Milay lo que pasó con Rosy. No quería que hubiera malentendidos entre ellos o ideas equivocadas, por eso necesitaba contárselo antes de que se enterara de alguna otra manera. Sin embargo, la acababa de recuperar y el miedo de perderla al confesarle lo que tuvo con otra mujer... Lo paralizaba. Hacía que se le helara la sangre y que sus pulmones dejaran de funcionar. No podría soportar si ella lo abandonara por voluntad propia, por eso decidió que dejaría pasar un par de días para contarle todo. Desde el día del accidente hasta el día que lo llamaron para darle la noticia de que ella había despertado.

Ambos subieron a su coche y emprendieron un cómodo viaje en silencio lanzándose sonrisas aliviadas de vez en cuando. Milay miraba por la ventana los coches pasar, los peatones cruzar por las aceras, y se sorprendió al encontrar que habían cambiado varias cosas en los pasados tres años. Su panadería favorita parecía haber sido demolida y el café que procuraba todas las mañanas había sido remodelado. El parque en el que a veces solían ir a comer se miraba más verde y podía ver algunos juegos que habían instalado para los niños. El señor que siempre vendía periódicos en la esquina de un bulevar ya no estaba, y cuando le preguntó a Enzo por él, este le confesó que había muerto de viejo.

Milay suspiró con pesar. Tantas cosas que ella no había visto, de las que se había perdido, le hicieron preguntarse qué más habría pasado; que más habría cambiado. ¿Sería Enzo el mismo hombre que recordaba de hace algunos años atrás o también él habría cambiado? Y si era esto último, ¿sería el cambio para bien o para mal?

Llegaron a casa y Milay se relajó al ver que, por lo menos aquí, en su espacio, nada había cambiado notablemente. Todo seguía siendo tranquilo y le inspiraba esa paz que tanto le gustaba. Entraron al lugar y Enzo no tardó en rodearla con sus brazos. La tenía de nuevo ahí, incluso cuando había pensado que nunca más pasaría; cuando ya se había resignado a que no podría besarla, abrazarla ni hacerle el amor de nuevo.

Besó su cuello y, como siempre, Milay se derritió en sus brazos. Era una reacción que no podía evitar cuando ese hombre la tocaba. Era tan dulce y la amaba tanto como ella a él, que era inevitable responder ante sus caricias. Comenzaron a besarse, a acariciarse y muy pronto terminaron enredados en las sábanas de su habitación demostrándose lo buenos que eran juntos. Milay juraba que podía tocar el cielo con los dedos, y Enzo que estaba completo de nuevo. Ella pensaba que nada había cambiado; que todo sería igual que antes.  Él pensaba que las cosas irían bien ahora; pero ninguno de los dos sabía lo que la vida les tenía preparado.

Pasaron los días y ambos comenzaron a seguir la misma rutina que antaño; Milay recuperó su trabajo y Enzo... Él pidió un par de días para poder dedicarse solamente a Milay. Quería consentirla y hacerle el amor hasta no poder más; quería sentirla cerca de él, segura y suya. Solo suya como él le pertenecía solo a ella. Su vida, su alma, su corazón no tenían más dueña que ella. Eso se decía, pero a veces recordaba a Rosy y se sentía... Incompleto. Amaba a Milay más que a nadie en el mundo, más que a su propia vida, pero Rosy... había cubierto una necesidad que Enzo nunca había sabido que tenia.

Fue una noche, casi quince días después de que Milay hubiera despertado, que todo comenzó a complicarse. Todo por una visita inesperada y una noticia aún más sorpresiva. Milay estaba de camino a casa del trabajo y Enzo preparando la cena, cuando un toque en la puerta lo desconcentró de los planes que estaba preparando mientras agitaba lo que estaba en la estufa. Saliendo de su ensueño fue a abrir la puerta y sus ojos se abrieron con confusión y sorpresa al encontrar a otro parado ahí, su antebrazo recargado en el marco de madera.

Momentos contigo ✔ [2015]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora