TREINTA Y OCHO

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Un campo de rosas marchitas lo rodean, lo único que ven sus ojos son esas rosas muertas.

Siente que no puede mover sus pies, ni sus manos por completo. Algo lo sujeta y lo mantiene inmóvil en su lugar.

Una silueta aparece en su campo de visión y se acerca hacia él. Lentamente, paso por paso. Puede ver que la silueta lleva un vestido blanco que se mueve por el viento.

El cielo es gris y mientras más se acerca la figura, todo se vuelve más oscuro.

Ve su rostro con sorpresa.

JiEun...

Ella lo mira molesta, y como si su mirada quemara él se prende en llamas, grita pero nada se escucha. De pronto deja de estar inmovilizado y cae sin poder evitarlo. Las llamas en su cuerpo se desvacen cuando choca con la el suelo que resultó ser agua negra.

Cierra los ojos con fuerza, ahogándose con el agua negra que invade a sus pulmones.

―No me escuchas...

Es una voz, un eco en su cabeza.

―Faltas a tu promesa...

JiEun lo saca del agua, tiene una mirada fría como si viera algo en él que no le gusta para nada.

―¿No te das cuenta?

De pronto ella deja de tocar su rostro y se aleja corriendo de él, dejándolo ahogarse en aquellas aguas negras.

―Haz las cosas bien antes de que sea muy tarde, tú sabes qué es lo mejor...

Es lo último que oye antes de despertar agitado, sudando y con sus manos aferrándose a las sábanas.

―¡No...!

Toca su pecho y toma una bocanada de aire. Se sintió tan real, como si de verdad estuviera ahogándose.

Levanta su cuerpo y fija su mirada en el reloj digital. Cinco de la mañana.

Haz las cosas bien...

¿Acaso JiEun se refiere a JiMin?

Tú sabes qué es lo mejor...

Lo mejor, ¿Pero qué es lo mejor para ellos?

Su celular vibra en su mesita de noche, eso lo saca de sus pensamientos. Estira su brazo para alcanzar el aparato.

Es un mensaje de JiMin.

Llegaré por la tarde.

Suspira. Ya ha pasado una semana entera sin verlo, y lo que es peor aún, sin una sola llamada contestada o recibida. No han hablado en toda esa semana.

A Jungkook no le gustó eso. Cuando JiMin se fue y de despidió de él en el trabajo aquel día, él no pudo conciliar el sueño, se sentía perdido y sin saber que pensar.

Aún recuerda su mirada fría y su rostro inexpresivo.

Cuando sujetó su muñeca tuvo tantas cosas que decir, pero lo único que hizo fue pedirle que no se fuera, como si supiera que algo estaba cambiando, y eso no le gustaba.

¿Que te pasa? ¿Estás bien?

Hablemos.

Estoy contigo.

Te quiero, te amo.

No dijo nada de eso. Es como si esas palabras se hubieran atorado en su garganta, creando un nudo y generando sus lágrimas.

Esa noche lloró sin saber el porqué.

Suspira, peina con sus manos su cabello revuelto y se coloca sus lentes de marco negro. Sale de la habitación para hacer el desayuno a sus hijos.

Cenizas de un Amor | KookminTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon