Anne nunca se ha sentido apreciada por la gente de la ciudad y el hecho de que siempre esté con los niños que conforman El Club de los Perdedores tampoco es que la ayude demasiado, pero es el instinto innato materno que tiene el que provoca que inevitablemente se preocupe por cada uno de ellos. Ahora que las pesadillas cobran vida, ella teme no estar preparada y perderlos por el camino.