Anne nunca se ha sentido apreciada por la gente de la ciudad y el hecho de que siempre esté con los niños que conforman El Club de los Perdedores tampoco es que la ayude demasiado, pero es el instinto innato materno que tiene el que provoca que inev...
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GUARDIAN | CAPÍTULO NUEVE
❝ Bastante hemos tenido con esto, no necesitamos seguir escuchando vuestro coqueteos. ❞
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「 ＤＥＲＲＹ， ＡＧＯＳＴＯ １９８９ 」
Anne pedaleaba lo más rápido que podía mientras se dirigía a la casa Kaspbrak tras un repentino aviso de Bill a través del walkie-talkie para decirla, después de tanto tiempo sin hablarse entre sí, que Eso, el payaso, había capturado a Beverly, antes de que fuera a buscarla para ver si se encontraba bien, encontrándose con que el padre de la pelirroja estaba muerto en el cuarto de baño y que el payaso había dejado un mensaje para él y el grupo. La joven, por obvias razones, aceptó ayudarle a rescatar a Marsh, de quien tampoco había tenido muchas noticias en las últimas semanas, y accedió a recoger a Eddie para poder llevarle hasta el punto de encuentro mientras él se encargaba de recoger al resto, decidiendo por encontrarse todos en la plaza de la ciudad y, a partir de ahí, ir a la casa de la calle Neibolt.
La fémina se levantó de su asiento mientras iba leyendo los números de las diferentes casas, deteniéndose en aquella que pertenecía al hipocondríaco, frenando en seco y esperando a que saliera por alguna de las ventanas o apareciera por el lateral del edificio al mentir de alguna manera a su madre, pero no se esperó en ningún momento verle salir por la puerta principal con más confianza que nunca y con su progenitora detrás de él mientras gritaba que volviera al interior de la casa; aquello, obviamente, provocó que Anne sonriera con orgullo al ver que el muchacho finalmente se había enfrentado a su madre, quien solo le había llenado la cabeza de mentiras y le había infundado un sin fin de miedos para que no la abandonara.
Era algo triste, pero la relación era demasiado tóxica.
— ¡Lo siento, mamá, tengo que salvar a mis amigos! — Exclamó el muchacho mientras se acercaba a su bicicleta tirada sobre el césped de su casa, acercándose a Anne que seguía en medio de la carretera esperando por el muchacho —. Ya nos podemos ir.
