Rápidos y furiosos comenzó como una historia sobre carreras ilegales y tramas policíacas, muy apegada al realismo de una típica película de acción. Con cada entrega, ese realismo se fue difuminando hasta alcanzar niveles ridículos: suspensiones hidráulicas inexistentes que soportan impactos imposibles; personajes ignífugos, incluso inmunes a la muerte; hazañas que desafían todas las leyes conocidas. Magia pura y dura. Lo fácil es decir que lo absurdo de la trama responde a la necesidad de lucro mediante el mínimo esfuerzo, es decir, explotar la espectacularidad en pantalla, recaudar lo que se pueda en China y pasar a otra cosa. Yo propongo otra lectura: que la trama se ha tornado fantástica porque siempre lo ha sido; porque Rápidos y Furiosos no es una franquicia de acción, sino un spin off derivado de la Tierra Media de Tolkien, y que Dom Toretto es un disfraz para ocultar a un personaje mucho más oscuro.