4. CONFRONTACIÓN

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Ele salió de la librería en un total estado de shock y olvidó por completo que había llegado en su auto. Caminó varias cuadras hasta su casa, solo para darse cuenta de qué, además de sus compras, había olvidado las llaves de su casa en la librería . Sintiéndose todavía más estúpido de lo que ya se sentía, se recargó en la pared para deslizarse hasta llegar al suelo, mientras abrazaba el libro qué llevaba entre las manos, sin poder contener el llanto un segundo más.

Dolía todo y dolía tanto, qué ya no estaba seguro de cuál herida era la que sentía más profunda; si el rechazo reiterado de Davina, qué prefiriera a Juan, o que hubiera publicado algo que a él le había costado tanto amor, tiempo y trabajo terminar.

Dolía todo y dolía tanto, qué ya no estaba seguro de cuál herida era la que sentía más profunda; si el rechazo reiterado de Davina, qué prefiriera a Juan, o que hubiera publicado algo que a él le había costado tanto amor, tiempo y trabajo terminar

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Davina sonreía en compañía de su amante en turno, aunque claro, él no era el único. Tenía al menos otros dos además de  Juan, quién era un pobre idiota que se creía con exclusividad, pero era guapo y estaba muy bien dotado. Aunque, fuera de eso, no la movía ningún otro interés para estar con él. Los que de verdad le interesaban, eran los otros dos, ambos importantes ejecutivos de la televisora donde trabajaba. Fue con la ayuda de uno de ellos, qué consiguió publicar el manuscrito de Ele en tiempo récord.

Y en cuanto a Ele, él no significaba absolutamente nada para ella, más que un pobre diablo al que ya le había sacado todo el jugo posible y lo mejor de todo, sin entregar nada a cambio.

Sonrió al pensar en la cara qué iba a poner el muy imbécil cuando viera publicado el libro con su nombre en él.

—Oye, ¿no te da miedo la reacción del «Eleoloco» cuándo sepa lo que hiciste?

—Hicimos, querido, hicimos. Claro qué no, el estúpido ni siquiera lo registró y basta con poner cara de víctima para que todos lo tomen por mentiroso.

—Sí que eres mala —la besa—, y me encanta... Pero yo que tú, no me confiaría. Esa cara de lunático qué tiene, por algo debe ser.

—¡Cara de idiota  es lo que tiene!—se burla—. Por el éxito de mi libro.

—¡Salud! —exclamaron al unísono, chocando sus copas. Luego, ambos rieron hasta que les dolió el estómago.

 Luego, ambos rieron hasta que les dolió el estómago

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ELEWhere stories live. Discover now