26. PERRO VIVO

194 39 54
                                    

Cassandra se hallaba optimista por su desempeño, pensaba que hacía falta casi nada para lograr la libertad de Ele, pero no contaba con que el juez y el fiscal parecían estar de acuerdo para echar por tierra su alegato, a todas luces, lógico y racional.

El fiscal volvió a la carga, aunque esta vez con el vídeo que ella misma había presentado.

—Señoría, si me permite señalar algo qué creo, mi contraparte omitió deliberadamente.

—Adelante.

—¿Si regresa un poco la grabación por favor?

La secretaria hizo lo que le indicó.

—Ahí... Ahí está bien. La defensa alega que el imputado actuó en su defensa, es verdad, al menos al principio. Pero si vemos aquí, poco después de liberarse, el señor Sánchez tuvo la oportunidad, muy clara, de escapar por este lado, pero no lo hizo. Miren cómo regresa y el presunto lesionado se le va a golpes al agresor, ahora fallecido. Entonces, yo le repito la misma pregunta de hace unos momentos ¿Por qué no huyó, señor Sánchez?

—Primera vez que lo veo portarse como hombre y este güey quiere que corra —murmuró Trejo.

—Actuar como salvaje no es actuar como hombre, Joel —repuso Huerta.

—Brava, Lady Sánchez, brava chiquita.

—Me estás asustando —le dijo al oído.

—Hablo de la licenciada.

—Ajá.

—¡Silencio en la sala, por favor! —Ordenó el juez.

—Usted me dijo, señor Sánchez, y está grabado porque las audiencias son grabadas, qué la víctima no le permitió salir y por eso lo empujó, pero aquí vemos que mintió. Usted se levantó y lo agredió también ¿Qué dice a eso ahora? Estamos viendo que ha mentido, qué en ningún momento trató de escapar, con lo cual ha incurrido en falsedad de declaraciones. Responda, señor Sánchez, por favor...

—No recordaba eso —murmuró.

—No lo recordaba... ¿Qué otra cosa no recuerda?

—¡Objeción, señoría! —Intervino Peters.

—A lugar. Continúe fiscal.

—¡Juez hijo de...! —masculló Frida entre dientes, pero suficientemente claro para que doña Pola volteara a verla sin poder creerlo. Frida la miró desafiante y luego la ignoró.

—¿Qué otra cosa no recuerda, señor Sánchez? ¿Dónde enterró el cadáver de Davina Gascón?

—¡No puede acusar a mi cliente de algo que no se está tratando en esta audiencia, señoría!

—Pido a la fiscalía qué se apegue a los cargos tratados en esta audiencia, por favor.

—Claro, señor juez, lo siento.

—¿Quiere agregar algo más, abogada?

—Sí, señoría.

—Adelante.

—Gracias. Tengo en mi expediente, al menos, quince testimonios de testigos presenciales, entre ellos, los de los dos guardias, quienes dicho sea de paso, se abstuvieron cobardemente de auxiliar al señor Eleodoro Sánchez Medina, cuando estaba siendo, repito, salvajemente golpeado por Juan José Pérez Sandoval.

—El imputado ha mentido, ha incurrido en falsedad de declaraciones al omitir ese «pequeño detalle» en el cual también se involucró en la pelea.

—El señor Sánchez no incurrió en ninguna falsedad, fiscal. Es de esperarse qué, después del estrés que conlleva un proceso judicial, los eventos no permanezcan fieles en su memoria. Sobre todo, tratándose de un suceso tan traumático que ocurrió hace seis meses. Seis meses, señor juez.

ELEWhere stories live. Discover now