𝘀. ɯeet (ᥱst) ₊ chrıst:mās

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El caer de los copos de nieve asemejaban una bella danza desprolija, de coordinación torpe pero aún así preciosa al admirar. Casi como bailarines individuales, tomando el ritmo de sus propias baladas, dejándose llevar por la música latente en el alma y el viento que guiaba su compás. Para cualquiera no era más que un fruto de las nubes y el clima frío de la temporada, pero para Jungkook, era similar a apreciar un bonito vals en medio del cielo. Algunas veces sus deditos gustaban de estirarse sobre su cabeza, tratando de alcanzar el inicio de la melodía.

Pensamientos como aquellos eran su rescate al desamparo y la melancolía, el encontrar fantasía en lo más banal le ayudaba a sobrevivir en la soledad de una ciudad tan habitada, donde su única compañia era un pequeño can de pelaje caramelo y él mismo.

Podía sentir el aroma del pan recién horneado a un par de locales a la distancia, un poco más a la izquierda algo canela y una pizca de almendras provenía de la tienda de postres más cercana, mezclándose con el aroma de café recién molido del carrito de un amable hombre. Su nariz percibía la inmensa cantidad de aromas de cada persona y comercio, los reconocía y se quedaba con sus favoritos. Algunas veces su estómago rugía por ello, pero debía conformarse con lo poco que tenía.

Balanceando sus pies en aquella banca del parque, sus párpados se mantenían cerrados, meciéndose lentamente al ritmo de una canción navideña proveniente de una tienda de ropa cercana. Había visto en el escaparate un bonito abrigo rojo, y al verse en el reflejo, se le hizo mucho más fácil imaginar como se vería de poder comprarlo.

No pedía mucho, no tenía la posición ni el derecho de hacerlo, no era más que un gamma de diecisiete años que perdió su hogar y ahora debía valerse con una pequeña mochila y el dinero que lograba recolectar a duras penas.

Las fiestas nunca fueron fáciles para él, la vida en general, a excepción de una pequeña cosa. Cada día, a una hora exacta, cuando el reloj del centro del parque marcaba las ocho, el rumbo de su caminar tomaba dirección hacia una tienda en específico.

Semanas atrás, envuelto en una persecución por parte de un grupo de chicos que creía gracioso intentar abusar de una gamma, se vió a sí mismo huyendo por las calles en busca de un refugio, siendo cruelmente ignorado por la mayoría de personas que circulaban al mismo tiempo que él. El resaturante de comida italiana cerró la puerta en cuánto lo vieron pasar, la zapatería fingió se excusó asegurando que era demasiada clientela y cuando creyó que las voces de aquellos adolescentes estaban acercándose cada vez más, milagrosamente un local modesto de chocolates apareció frente a sus ojos al cruzar en una esquina, entrando en el mismo antes de darle tiempo al dueño de negárselo.

Su pecho subía y bajaba de forma acelerada mientras cubría su boca para no hacer ruido, oculto entre algunos estantes donde lucían bonitos ositos de chocolate. El aroma dulce del lugar ayudaba que el propio de malvaviscos y caramelo pasara desapercibido, por lo que para aquellos que lo buscaban les fue imposible detectar que estaba allí oculto.

Por el miedo tardó un par de minutos más en salir de su escondite, cuando lo hizo aún estaba temblando, y al asomar su cabecita por los pasillos para asegurarse de que no había nadie acechándolo, se encontró con la mirada curiosa de un muchacho rubio desde el mostrador, con su cabeza ladeada cual cachorro.

❛ꕥ WINTER NIGHTS. ꒰ JKHAREM ꒱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora