• 13[R e s e n t i m i e n t o]

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El resentimiento quema y no se queda muy lejos de ser odio.

—Lisa, hija, ¿qué tal están los críos? —preguntó madre entusiasta de oír la contestación de mi novia

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—Lisa, hija, ¿qué tal están los críos? —preguntó madre entusiasta de oír la contestación de mi novia.

Me ocupé de concentrarme al fin en los detalles de esa situación. Estábamos en una sobremesa, yo al lado de Lisa y esta frente a mamá. A la cabeza estaba mi padre que involuntariamente vagaba la mirada al asiento junto a mí. Por un instante me pregunté qué estaría recordando, aunque era innecesario que me devanara los sesos para hallar una respuesta. Respecto a mi madre no había mucho problema si querías saber qué transitaba por su mente. Ella se manejaba con una hipocresía escandalosa.

Qué irónico me pareció cualquier amago de lamentación. ¿Por qué la gente subestima tanto la desesperación de un hijo infeliz?

Miré mejor a Lisa. Ella era mi cable a tierra. Verla me tranquilizaba. Enfriaba mis emociones y era el único aliciente para mí dentro de ese lugar.

Estaba muy linda. Se había apartado el flequillo por pedido mío y porque ya le había valido el que por muchos años tuviese inseguridades sobre su rostro. Significaba una pequeña victoria el dejarse con la frente despejada. El corazón ya no me latió tan rápido por el coraje. Me latió de lo orgulloso que me sentí de ver a mi chica ganar una batalla más. Me apasionó el impulso de llenarle la frente de besos.

—Están bien, el padre Shin ha sido su mentor por ahora que no puedo asistir a darles clases —habló apenada—. Pero me hace ilusión encontrarme con ellos pronto. Por cierto, no hay manera de agradecer toda vuestra caridad para la parroquia. Gracias a personas como vosotros los niños pueden nutrirse de estudio y aprendizaje.

Mi novia pecaba de buena gente. El dinero importa, sí, pero sólo si hay alguien apto para sacar provecho de este. Y Lisa era la chica más talentosa que conocía. Había nacido con una naturalidad brillante para enseñar a dudar, a curiosear e intrigar en el conocimiento de los niños. Era súper buena como educadora infantil. Por ello, resté el mérito que quiso darle a mis padres. La educación de esos niños en el orfanato se debía a ella, nada más. Muy pronto volvería a ellos de modo permanente. Había estado en receso de sus actividades porque resultó con un esguince de tercer grado en el tobillo derecho luego de caerse de camino al trabajo.

Agradecí que madre hiciera poco caso a sus palabras. En el fondo, debía admitir, mamá era la más sensata entre ella y mi padre, pero ni eso podía contener todos los sentimientos encontrados que guardaba por ella.

—No hace falta que digas nada —le dijo a mi novia—. Tú eres la que hace todo el trabajo. Los niños son el futuro de toda sociedad y es deber educarlos para que sean hombres y mujeres de bien. Ojalá hubiésemos podido hacer lo mismo por nuestra querida Lyn.

La garganta se me puso caliente y el pulso se me paralizó. Sentí cómo cerraba las manos en puños muy apretados. No comprendí qué le reprochaba mi madre a mi hermana, si el que se hubiera suicidado o que lo hubiese hecho por la presión social de ser gay.

RaméWhere stories live. Discover now