• 6[F u r i a]

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La furia oscurece al corazón.

—Va a llover, asegúrate de abrigarte

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—Va a llover, asegúrate de abrigarte. A ver si coges un resfriado.

Lo que no sabía papá era que ya comenzaba a sentirme mal. Pero no iba a agregarle otra preocupación a su ya extensa lista de menesteres por los que debía consternarse, como que las cosas en casa no andaban bien, bueno, que no lo estaban desde cuatro años para entonces.

Ser dueño de una papelería volvía seriamente imposible una vida de lujos, a menos que te topases con un golpe de suerte, suerte que papá había desgastado en una mala inversión que nos llevó a la casi quiebra. Lo único que pudo hacer después de perder casi todo su dinero fue abrir esa papelería en un lugar céntrico de la ciudad.

Mi madre y mi hermano aún no desaparecían sus sentimientos hostiles hacia mi padre debido a lo que pasó. Yo era la única que le hacía la vida más llevadera, pero no me consideraba motivo de admiración porque durante mucho tiempo, luego de perder nuestra riqueza, me comporté como una chica de lo más caprichosa y llegué a renegar de haber tenido un padre así.

La vida me hizo cambiar a la mala, a ser una persona más empática y menos rencorosa. Papá era alguien bueno. Aquello que nos había sucedido no era su culpa. Y yo lo comprendí, tarde, pero lo hice.

—Estaré bien, papá —dije de camino a por mis cosas ya que había ido con él a abrir el negocio—, sin embargo, espero que no me engañes diciendo que estás comiendo bien mientras no puedo verte.

Padre agachó la cabeza ante el sonido de amonestación en mi voz.

—Hay mucho trabajo aquí —dijo y yo negué.

—No hay excusa.

—Asegúrate de que ella coma bien.

Sentía algo de pena por dejarle solo, pero también amaba a mi abuela, quien era su madre, y esta necesitaba de mi asistencia dada la ingratitud de sus demás hijos.

Aún no comprendía el desapego de algunos hijos cuando los padres llegaban a cierta edad. Sólo los que tenían algo de conciencia (por no decir ganas de no complicarse) enclaustraban a sus padres seniles en casas de asistencia para adultos mayores. Los que eran más desalmados, los abandonaban sin más, al cuidado de cualquier persona.

Yo no estaba para juzgar a mis tíos pues lo que ellos pudieron haber vivido con mi abuela será muy diferente a lo que yo viví, pero de todos modos me parecía lamentable que ninguno, salvo mi padre, se preocupara por ella. Más aún cuando su salud había mermado tanto y requería de atención 24/7 por el alzhéimer.

Me aliviaba que mi padre le pagara los servicios de una enfermera, sin embargo, habíamos llegado al límite y de momento no podíamos solventar este gasto, así que me tocaría asumir el papel de su guarda y custodia en las próximas semanas, al menos hasta que papá me permitiera regresar.

RaméWhere stories live. Discover now