UNO

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Era hora de que buscara una esposa o esposo, pero en esa ocasión no pretendía que el «amor» formara parte del trato. Era mayor e infinitamente más sabio, y sabía que el «amor» no era necesario, ni siquiera deseable.

Sasuke Uchiha había quedado como un tonto en una ocasión y a punto había estado de perderlo todo. No volvería a suceder. Esta vez elegiría un esposo con el cerebro y no con el contenido de sus vaqueros, y seleccionaría a una o uno que estuviera satisfecho de vivir en un rancho aislado, dispuesto a trabajar duramente y a ser buena madre de sus hijos, que le interesara más la familia que la moda. En el pasado se había enamorado de una cara bonita, pero el aspecto ya no figuraba en su lista de requisitos. Era un hombre normal con un impulso sexual sano; eso bastaría para tener los hijos que quería. No buscaba pasión. La pasión lo había conducido al peor error de su vida. En ese momento quería una mujer o doncel que fuera fiable y tuviera sentido común.

El problema era que no disponía de tiempo para encontrarlo. Trabajaba de doce a dieciséis horas al día tratando de mantenerse a flote. Había necesitado siete años, pero parecía que al fin ese año iba a dejar los números rojos atrás. Había perdido la mitad de su tierra, una pérdida que le devoraba el alma cada minuto de su vida, pero jamás iba a permitirse perder lo que le que daba. Había perdido la mayor parte de su ganado; las enormes manadas ya no estaban, y trabajaba como un esclavo para cuidar de las reses que le quedaban. También se habían ido los hombres; no había sido capaz de pagar sus nóminas. Llevaba tres años sin comprarse un nuevo par de vaqueros. Ocho que no pintaba los graneros ni la casa.

Pero Sakura, su ex mujer, tenía sus desorbitadas deudas, adquiridas antes del matrimonio, pagadas. Había recibido la cantidad global del acuerdo de separación. Tenía su apartamento de Manhattan, su caro guardarropa. ¿Qué le importaba a ella que tuviera que suplicar y vender su tierra, sus reses, vaciar sus cuentas bancarias para darle la mitad de sus posesiones, para las que se sentía con «derecho»? Después de todo, ¿no pasó dos años enteros casada con él? ¿No había vivido dos infernales inviernos en Montana, aislada por completo de la civilización? ¿Qué importaba que el rancho llevara en su familia cien años? Dos años de matrimonio le daban «derecho» a la mitad de él, o a su equivalente en frío dinero al contado. Ella había estado encantada de contentarse con el efectivo. Si no tenía tanto, podía vender un poco de tierra; después de todo, era propietario de un montón, no echaría de menos unos miles de acres. Ayudaba que su padre fuera un magnate de los negocios que tenía un montón de contactos tanto en Montana como en los otros estados del oeste, lo que explicaba que el juez no quedara convencido por los argumentos de Sasuke de que la cantidad que exigía Sakura lo iba a sumir en la bancarrota.

Ese era otro error que no iba a cometer. La mujer o doncel con el que se casara en esa ocasión tendría que firmar un acuerdo prenupcial que protegería su rancho en caso de divorcio. No pensaba arriesgar ni un metro cuadrado de tierra de la herencia de sus hijos, ni del dinero que haría falta para dirigir el rancho. Nadie iba a volver a desplumarlo; podía marcharse, pero no se iría con nada suyo.

De no ser por la cuestión de los hijos, habría sido feliz quedándose soltero el resto de su vida. Quería hijos. Los necesitaba. Quería enseñarlos a amar la tierra tal como se lo habían enseñado a él, dejársela en herencia, pasarles el legado que le habían transmitido a él. Más que eso, quería la vida que los niños aportarían al viejo y vacío rancho, las risas, las lágrimas y la furia, el dolor de los miedos infantiles y los gritos de alborozo. Quería herederos de su propia sangre. Y para tener esos hijos, necesitaba un esposo.

Además, también sería conveniente. Había mucho que hablar a favor del sexo disponible, en particular cuando no tenía tiempo que perder para tratar de encontrarlo. Lo único que necesitaba era una mujer o doncel sólido, firme, poco exigente en su cama todas las noches, y sus hormonas se ocuparían de lo demás.

Un lugar en el corazónHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin