TRES

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No hay mucha vida nocturna por aquí, pero hay una cervecería y una cafetería a unos. treinta kilómetros, si quieres ir a bailar.

-¿Te importaría mucho si nos quedáramos aquí? -Naruto titubeó-. Tú debes de estar cansado, y sé que yo lo estoy. Preferiría levantar los pies y descansar.

Sasuke guardó silencio. No había esperado que se negara, y aunque estaba cansado, había anhelado tenerlo en brazos mientras bailaban. Por otro lado, llevaba levantado desde las cuatro de la mañana, y la idea de relajarse en casa era como estar en el cielo. Lo duro sería relajarse con el cerca.

-Podríamos jugar al Monopoly -dijo Naru-. O a las cartas. Sé jugar al póquer, al veintiuno y al rummy.

-Por otro lado, pasan un partido de béisbol en la televisión.

Se recostó en el sofá y apoyó los pies sobre la mesita de centro. El silencio que reinó entre ellos fue un poco incómodo. Naruto se levantó y le sonrió.

-Te dejaré con tu partido de béisbol, si no te importa. Quiero sentarme en la hamaca del porche y escuchar el sonido de las ranas y los grillos.

Sasuke le observó irse de la habitación con un contoneo de caderas. Pasado un minuto oyó el rechinar de las cadenas cuando se sentó y comenzó a balancearse. Encendió el televisor y llegó a mirar un poco del partido, pero tenía la mente en el crujido rítmico. Apagó el aparato.

Naruto había estado balanceándose y soñando con los ojos cerrados, pero los abrió al oír el ruido de la mosquitera y luego el de las botas en el porche. Él se detuvo a un metro y apoyó el hombro en uno de los postes del porche.

Encendió el mechero y luego la punta del cigarrillo brilló al comenzar a arder. Naruto observó su oscura silueta, deseando tener el derecho de levantarse y acercarse a él, de rodearle la cintura con los brazos y apoyar la cabeza en el hombro. Cuando él no habló, volvió a cerrar los ojos y comenzó a flotar en la apacible oscuridad. La noche primaveral era cómoda y las criaturas nocturnas se dedicaban a sus rutinas. Ese era el tipo de vida que quería, próxima a la tierra, donde la serenidad se podía extraer de la naturaleza.

-¿Por qué contestaste el anuncio?

Pasaron unos segundos antes de que Naruto abriera los ojos y respondiera.

-Supongo que por el mismo motivo por el que tú lo pusiste. En parte por curiosidad, lo admito, pero yo también quiero casarme y tener una familia.

-Para ello no necesitas venir hasta aquí.

-Quizá sí -dijo absolutamente en serio.

-¿Es que no tienes pretendientes en Nueva York?

-Tengo amigos, sí, pero ninguno con quien salga en serio, nadie con quien quiera casarme. Y no creo que desee vivir en Nueva York. Este lugar es maravilloso.

-Has visto la mejor de sus facetas. En invierno es un infierno congelado. Todos los lugares tienen sus inconvenientes.

-Y sus ventajas. Si no creyeras que lo positivo supera lo negativo, no estarías aquí.

-Yo crecí aquí. Este es mi hogar. Los esquimales también están unidos a sus hogares, pero yo no viviría allí.

Naruto giró la cabeza para contemplar la noche; percibía lo que se avecinaba y deseaba, rezaba, que él no lo dijera.

-Naruto. Tú no encajas aquí.

-¿De modo que la visita ha sido un fracaso? -con el pie derecho siguió manteniendo el ritmo de la hamaca.

-Sí.

-¿Aun cuando te sientes atraído por mí? -en la oscuridad, podía ser más atrevido que en otras circunstancias normales.

Un lugar en el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora