Capítulo Cientcuentaidós

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NOTA DE LA AUTORA: Buenas!! Para este 2021 me he propuesto seguir aprendiendo y creciendo como escritora, así que estoy preparando algunas cosas ya (como la nueva historia, que estoy segura de que os va a encantar porque a mí me está flipando escribirla jejejeje es muy especial para mí).

Llevo ya un tiempo viendo que me preguntáis si tengo redes sociales para seguirme, así que he decidido dar el paso y crear un perfil en Instagram, Facebook y Twitter que dedicaré a mí como escritora y a mis novelas. ¡Os pido que me sigáis y que le deis amor a las publucaciones que allí iré compartiendo, algunas adelantos de la nueva novela y otras sorpresa. Tanto en Instagram como en Facebook y Twitter (y también ahora en Wattpad) soy @laureaescribe. Hoy mismo subiré el primer post ¡Os leo por allí también!

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El programa había acabado hacía ya unos diez minutos. Raquel me hablaba sobre un plan que tenía junto a Julia y Nadia aquel fin de semana. Parecía entusiasmada, como siempre que hacíamos planes con nuestras amigas para intentar escapar de la rutina, pero fui incapaz de enterarme bien de lo que hablaba.

Mi mente había seguido obnubilada desde que Rubén había dicho aquellas palabras en el programa. Y no es que creyese que no le importase o que no entendiese que, quizás y con poco acierto, había dicho aquello para protegerme, pero de todos modos me hizo pensar.

No podía negar que lo que sentía por Rubén era real e intenso. Y sabía que él también sentía lo mismo por mí. Lo que habíamos vivido desde que nos conocimos en la habitación doce de la planta de traumatología del hospital era sin duda una historia increíble.

Él era increíble.

Su forma de hablarme, de mirarme o de sonreírme desde aquel primer momento; lo bien que conectamos en nuestra primera cita; la atracción física que sentimos el uno por el otro y la cuál crecía cada vez que nuestros cuerpos se rozaban; los sentimientos que habían ido creciendo y aumentando... Todo lo compartido con él era una de las mejores cosas que me habían pasado en mis veintiséis años de vida.

Sin embargo, me veía en la obligación de tomar una decisión. No estaba pasando por un buen momento personal y no me parecía el contexto idóneo para comenzar una relación. Tanto Rubén como yo merecíamos mucho más y me sentía culpable por, de alguna manera, estarle arrastrando a la espiral de negatividad y problemas que me rodeaban.

El empeoramiento de la lesión de mi mano, mi seguramente intervención quirúrgica y largo tratamiento o recuperación, un posible despido y unas amenazas anónimas formaban parte de mi día a día y me estaba sobrepasando.

Por otro lado, Rubén estaba viviendo, seguramente, uno de los momentos más dulces de su vida. Sobretodo profesionalmente. Sus seguidores y fanáticos de su música y de su piano crecían por minutos, estaba a punto de sacar un nuevo trabajo y seguramente una gira internacional que le haría seguir cumpliendo su sueño, que era el de hacer llegar su música al mundo.

Me sentía una simple piedra en su camino. Estábamos en momentos vitales tan diferentes que me parecía imposible que algo así pudiese salir adelante.

Necesitaba también mi tiempo para centrarme en mí e intentar arreglar el desastre en el que se había convertido mi vida, y una relación a distancia no era algo con lo que me viese capaz de lidiar en ese instante de mi vida.

Quizás si todo hubiese ido diferente; si la dolencia de mi mano no se hubiese agravado; si hubiese continuado trabajando en el hospital, teniendo mis días de vacaciones para poder irle a ver a Madrid; sin amenazas que me impidiesen salir a la calle con normalidad o simplemente caminar sin miedo.

El piano por testigoजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें