Capítulo Treinta

480 76 60
                                    




La cena transcurrió entre risas, agradables conversaciones y alguna que otra provocación. Estar con Rubén se me hacía más que cómodo casi desde el primer momento que pasamos a solas en aquella primera cita, a pesar de lo nerviosa que podía llegar a ponerme con sus intensas miradas, sus comentarios sugerentes o su hipnótica sonrisa.

Sin a penas darnos cuenta, fuimos degustando todos y cada uno de los platos que el catering había escogido para nosotros, intercambiándonos algunos bocados o incluso manchando el borde de nuestros labios adrede cuando el uno le daba de probar al otro con su tenedor. Hacía tiempo que no me reía tanto y el hecho de no dejar de oírle hacerlo a él también llenó mi pecho de una calidez y de una emoción que nunca antes había sentido.

–Tienes la cara perdida –se rio de mí una vez acabamos de cenar y yo intentaba limpiar con la servilleta los restos de comida seca que principalmente Rubén había dejado en mi rostro.

–Esta servilleta no limpia –me quejé frotando la piel de mi cara.

–Hay un lavabo en aquella puerta –me informó señalando la puerta que había cerca del sofá–. Puedes ir a lavarte allí o dejar que te limpie yo de otra forma –me provocó.

Mi estómago dio un vuelco a la vez que un cosquilleo se instauraba en la zona inferior de mi vientre a raíz de aquel comentario lleno de intenciones. No supe cómo responder a eso, así que bajé mi mirada a la vez que me reí de modo algo nervioso.

–No te lo tomes a mal, porque me encantaría que lo hicieras tú tal y como tengas pensado hacerlo, pero está tan pegado que lo mejor será que me lave con agua y jabón –respondí al fin, provocando su risa mientras me levantaba de la mesa dispuesta a ir hasta el lavabo para asearme.

–Tranquila, te espero –comentó él, percatándome de la manera en la que miraba mi cuerpo de abajo a arriba mientras se mordía ligeramente el labio inferior.

Aquel simple gesto hizo que el rubor subiese hasta mi rostro, pero pude girarme antes de que su mirada llegase al mismo y lo viera. Por alguna razón que desconocía, cada vez que Rubén veía lo nerviosa o sonrojada que podía ponerme por él, lo sentía como si fuese una victoria para él y una derrota para mí. Y no quería que pudiese ganarme con tanta facilidad.

Una vez estuve frente al espejo, mojé mis manos para llevar el agua hasta a mi cara. En cuanto alcé la mirada, pude ver que seguía estando sonrojada y que una inevitable sonrisa parecía haberse instaurado en mis labios.

Saqué de mi bolso el gloss de vainilla para hidratar y dar brillo a la piel de los mismos y, antes de salir de allí, me atreví a desabrochar uno de los botones de la camisa que llevaba, guiñándome un ojo a mi misma como intentando animarme por lo que sabía –y deseaba– que podía pasar a continuación.

En cuanto abrí la puerta y di un paso, me topé con el fuerte pectoral de Rubén. Alcé mi mirada para verle, sintiendo como la intensidad con la que sus ojos me observaban parecía devorarme por dentro.

–¿Qué... haces? –pregunté sintiendo cómo la garganta se me acababa de secar.

–No quería esperar más –declaró con aquella voz grabe y rasgada que tanto lograba cautivarme.

Sin darme tiempo a anticipar lo que iba a hacer o dejarme analizar a lo que se refería, agarró mi rostro con sus manos y firme delicadeza para guiarme hasta a sus labios y atrapar los míos en un intenso beso que me hizo suspirar. No pude más que hacer que alzar mis manos para agarrar las suyas, acercándome a su cuerpo para sentirme más estable ante lo mucho que mis piernas estaban comenzando a ceder mientras le seguía en aquel delicioso beso.

–Mmmm, todavía sabes dulce –susurró separándose de mí para volver a besarme enseguida.

–Estás devorando mi labial de vainilla –le hice saber entre risas y besos.

El piano por testigoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora