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𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎; 𝚀𝚄𝙴𝚁𝙸𝙳𝙾 𝚂𝙰𝙽𝚃𝙰
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Selene Knight nunca había estado a favor de la violencia, jamás, se rehusaba a hacerlo. Bueno, no es como si durante toda su vida hubiese tenido la fuerte necesidad de utilizar o como que Astoria Knight lo hubiese permitido, pero ella no estaba a favor de la violencia.
Le había costado su merecido esfuerzo evitar golpear a Peter Pevensie en la nuca, después de todo, aunque Edmund había sido un idiota con ella, no merecía recibir tantas maldiciones de parte de su hermano mayor, o quizá si, pero ella no quería que lo hiciera.
La parte de tener que ver al tal Aslan la asustaba, si la supuesta profecía de la que los castores le habían hablado era cierta, era muy probable que todos esperaran grandes cosas sobre ellos, ¿Cómo es que esperaban que unos simples jóvenes provenientes de Finchley derrotaran a una bruja que se creía la reina soberana de una tierra que estaba metida dentro de un armario ropero?
Aunque todo lo que había sucedido era maravilloso, quizá hasta parecía sacado de un libro de cuentos de hada, para ella era demasiado irreal. Quería creer que todo aquello, que la mágica tierra nevada, los castores e incluso el señor Tumnus eran reales, pero su sentido común y su nula imaginación no se los permitía. Quizá la voz de Astoria no lo hacía.
