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𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐂𝐄, 𝚃𝙴𝙻𝙼𝙰𝚁𝙸𝙽𝙾𝚂
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Explicarle a Theodore Knight el funcionamiento de la vida en Narnia había sido completamente frustrante. No solo porque todo lo que los cuatro Pevensie y la benjamina de los Knight recordaban ya no existía, sino que también Theodore quería saberlo absolutamente todo, desde el descubrimiento hasta el último día de su estancia en aquella mágica tierra.
Selene había sido paciente y serena con su hermano mayor, después de todo, desde que solo eran ellos dos contra el mundo, Theo había cuidado de su hermanita con todo su empeño, sacando hasta la última gota de paciencia que quedaba dentro de su ser. Y Theodore, bueno, Theodore no podía quitarle la mirada de encima al pequeño hombrecillo que ahora los acompañaba.
Edmund lo había derrotado en una batalla completamente limpia, había defendido su título como rey de antaño. Selene había aplaudido a su amigo maravillada, después de todo, había pasado todo un año sin tocar el brillante filo de una espada, y aún así, el tercer Pevensie no había perdido su toque.
Peter, quien había retomado su papel como el rey -el magnifico, en sus propias palabras-, los había hecho subirse al pequeño bote que los telmarinos habían dejado en el agua y navegar por los pequeños cauces que recorrían las tierras que ahora resultaban tan desconocidas a los ojos de Selene.
