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Cuando Minki me da la bienvenida al entrar por la puerta, soy incapaz de responder a su alegría con el cariño habitual. Estoy demasiado nervioso; demasiado tenso.
De camino a casa me he mirado la cara en la cámara del móvil y he comprobado que tengo el ojo y la mandíbula hinchados y amoratados. Es imposible que mi abuela lo pase por alto, y sé que en cuanto lo vea no va a dejarlo correr. Y entonces vamos a tener que hablar en serio de una vez por todas, y eso me aterroriza.

Tras hacerle algunas caricias a Minki, voy hasta el cuarto de baño con la intención de darme una buena ducha para relajarme un poco antes de enfrentarme a mi abuela. Todavía me duele la entrepierna y caminar no ayuda, pero no me queda otra opción que seguir adelante, me guste o no. Estoy lleno de tierra del descampado y sangre tanto propia como de Jisung, así que necesito limpiarme bien con urgencia antes de enfrentarme a nada.

Veo mi mirada reflejada en el espejo, un espejo que me ha mostrado muchas caras diferentes en los últimos meses. He visto odio en él, más veces de lo que me gustaría admitir. Hacia mí mismo, hacia Mashiho, y también hacia prácticamente todo lo que existe. También he visto miedo en mis ojos; el miedo fuerte e intenso que sentía cada vez que despertaba de alguna de mis pesadillas. Pero, por primera vez, hoy hay valor en mi mirada.

Suelto un suspiro de satisfacción cuando el agua caliente cae sobre mis hombros. Tengo los músculos agarrotados a causa de la tensión que siento y de la pelea, pero el calor y la presión del agua me ayudan a desentumecerlos poco a poco. Echo la cabeza hacia atrás y hago una mueca cuando el chorro cae sobre las marcas de los golpes, pero aguanto como puedo. Sé que después de esto voy a sentirme mejor. No sé cuánto tiempo paso en la ducha, pero cuando se acaba el agua caliente y salgo al fin me siento como si estuviera preparado para cualquier cosa.

Al cerrar la puerta del cuarto de baño oigo que mi abuela está trasteando en la cocina, y por la hora deduzco que debe de estar preparando ya la cena. Trago saliva y me dirijo hacia allí, consciente de la bronca que probablemente me espera. Noto de inmediato el intenso olor del aceite de oliva que siempre utiliza, pero hoy no me resulta agradable ni apetitoso. De hecho, hoy tan solo me revuelve el estómago.

— Hola —saludo en voz alta al entrar, pero ella no se vuelve mientras sigue cortanto vegetales sobre la encimera.

— Ve poniendo la mesa, cariño.

Obedezco en silencio. Soy consciente de que no va a servir de mucho tratar de atrasar el momento, de que tan solo estaré retrasando lo inevitable, pero no puedo evitarlo. Pongo platos, palillos, vasos y servilletas sobre el mantel a cuadros y relleno la jarra de agua medio vacía. Después saco del cajón el pan que ha sobrado del mediodía.

— Ya está.

— Anda, tráeme los huevos.

Saco el cartón de huevos del frigorífico y lo llevo hasta la encimera con manos temblorosas, pero mi abuela ni se fija en mí, concentrada como está en los vegetales. A continuación, me siento a la mesa y la observo mientras comienza a batir los huevos y luego le añade los vegetales troceados para terminar en la freidora. Pronto el olor de los rollos de huevo inunda la cocina, pero tengo el estómago demasiado cerrado para apreciarlo.

Solo cuando termina de preparar la comida y se vuelve hacia mí con el plato en la mano y una sonrisa en el rostro, se da cuenta de que algo va mal. Su sonrisa desaparece de inmediato en cuanto se fija en mi cara.

— ¡Madre de Dios! —exclama al verme, y se lleva la mano libre al pecho—. ¿Se puede saber qué te ha pasado?

— No te preocupes, abuela. Estoy bien.

— Cuéntame ahora mismo lo que te ha pasado, Park Jihoon —ordena con severidad, bajando la mano.

Suelto un suspiro mientras ella deja el plato sobre la mesa.

霜┆𝚏𝚛𝚘𝚜𝚝 ; 𝚙𝚊𝚛𝚔 𝚓𝚒𝚑𝚘𝚘𝚗Where stories live. Discover now