⁎darkness⁎

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Oscuridad. Oscuridad por todas partes, hasta donde alcanza la vista.

Estoy solo. Sí. Completamente solo. Estoy en el fondo de un pozo infinito, donde nada puede alcanzarme. Donde nada puede ya salvarme.

No.

Otra vez no, por favor. Otra vez no.

Mi propia respiración resulta estruendosa en mis oídos. El latido de mi corazón es ensordecedor. Y entonces, oigo algo más. Otra respiración, aunque mucho más lejana. Los latidos de un corazón que no es el mío, aunque hay algo diferente en ellos. No suenan débiles. No suenan irregulares.

Late al mismo ritmo que el mío.

Veo un brillo a lo lejos. No. No es un brillo. Son dos, y se acercan poco a poco hacia mí. Sé lo que son, se trata del destello de unos ojos.

El pánico me atenaza el estómago con una garra helada, y el corazón comienza a palpitarme cada vez con más fuerza. No sé qué hacer. No tengo adónde huir en medio de esta oscuridad. Esos ojos se acercan cada vez más, furiosos e implacables, y sé que vienen a por mí.

No veo a quién pertenecen, pero lo sé de todos modos. Son los ojos de Mashiho, y en ellos veo que está dispuesto a destrozarme. A despedazarme. A hacerme pagar por lo que he hecho. Y lo peor es que sé que me lo merezco.

El corazón me late cada vez más fuerte, y sé que podrá oírlo sin problema.

No tengo dónde esconderme en esta oscuridad.

Y cuando por fin lo tengo delante, veo que no es Mashiho. Tampoco es una bestia. No es ninguna clase de monstruo salido del infierno para hacerme pagar por mis pecados.

No.

Es algo peor, mucho peor que todo eso.

Soy yo.

Por alguna razón, puedo verme perfectamente a pesar de la oscuridad que nos envuelve. Sus/mis ojos están furiosos, pero no es eso lo único que veo en ellos. También veo dolor. Vergüenza. Culpa. Son los ojos del cazador que se da cuenta de que ha disparado por error a su perro de caza. Son los ojos de alguien que tiene sangre inocente en las manos.

Mis propios ojos.

— Lo has matado, Jihoon —dice con voz ronca. Una voz que no parece la mía, aunque sé que lo es.

— ¿Qué...? ¿Qué quieres decir? —logro preguntar, aunque sé perfectamente a qué se refiere.

— Tú lo has hecho esto.

Extiende ambos brazos hacia mí, y entonces la piel se le abre por todas partes, en un sinfín de cortes que la recorren como telarañas.

No.

No es su piel. Es la mía.

Miro hacia abajo, y entonces lo veo. Mi cuerpo está destrozado. Veo más heridas que piel, y de ellas comienza a manar sangre a borbotones, más sangre de la que nadie sería capaz de perder y seguir en pie. Pero sigo en pie.

— Esto es por tu culpa —dice mi otro yo—. Todo esto es culpa tuya.

— Lo si...

— ¡Es culpa tuya!

La sangre fluye por mis brazos, espesa y abundante, y cae al suelo formando un charco oscuro. Tengo la camiseta mojada, y también los pantalones, y veo que mis brazos no son lo único que sangra. Mi pecho también lo hace. Mis piernas. Mi cuello. Mi cara también está húmeda, y al tocármela noto un largo tajo que la recorre desde la comisura de los labios hasta la sien, sangrando con abundancia.

— Lo siento... —susurro entre sollozos, observándolo horrorizado. Observándome a mí, sangrante y moribundo—. De verdad... lo siento mucho.

— ¡Es culpa tuya! —grita él, furioso, y se acerca a mí. Decidido. Feroz.

Dispuesto a hacerme sangrar todavía más.

— De verdad... lo siento...

Pero entonces veo algo y mi voz muere en mi garganta. Lo que sale de mi cuerpo no es sangre corriente.

No.

— Es culpa tuya...

Puede que sea una ilusión óptica, pero estoy seguro de que no es así. Puedo ver mi cuerpo con claridad a pesar de la oscuridad, al igual que veo el suyo. Por alguna razón, la oscuridad que nos rodea no altera los colores.

Pero mi sangre es negra como el alquitrán. Negra como la noche. Negra como mi corazón, como la esencia de mi alma.

Negra como la muerte.

Rompo a gritar.

霜┆𝚏𝚛𝚘𝚜𝚝 ; 𝚙𝚊𝚛𝚔 𝚓𝚒𝚑𝚘𝚘𝚗Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora