39 - Amor a la italiana

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Narrado por Candy

- Más que listos - dice Karen entusiasmada.

- Entonces todos vayan a los autos que tenemos una sorpresa que no espera - nos dice Robert señalando los autos de alquiler.

- ¿Sabes cuál es la sorpresa? - le pregunto a Terry con demasiada curiosidad.

- Ni idea -

- ¡Uy que emocionante, me encantan las sorpresas! - exclama Karen. Albert se acerca diciéndole algo al oído, ella se ríe bulliciosamente y le responde también al oído.

- Secretos de dos no son de Dios - digo bromeando.

- Definitivamente no lo son - me responde con una pícara sonrisa. Subimos a los autos hasta detenernos en el aeropuerto de París.

- ¿Qué hacemos aquí? -

- No sé Pecas, tal ves sea una visita al ejército- se me hace un nudo en el estómago. Sé que es muy probable que Stear haya estado aquí cuando se unió a los Aliados en Francia. Me pongo muy melancólica hasta llegar al borde del llanto - Pecosa ¿estás bien? - niego con la cabeza, sé que presiente lo que me pasa, sus fuertes brazos me rodean, así que apoyo mi cabeza en su pecho y contengo mi llanto con todas mis fuerzas.

- Pequeña, respira profundo- me dice Bert con su suave voz que siempre logra tranquilizar mi corazón - Recuerda que él amaba volar - asiento sonriéndole triste mientras inhalo y exhalo profundo. Es cierto, si él estuvo aquí debería sentirme feliz, no triste.

- Ya estoy bien - les digo, Karen se lleva a Albert cuando la llaman para unas fotos, estoy segura que para mañana su relación estará en todos los periódicos. La tía abuela se morirá de la impresión cuando la noticia llegue a América. Terry me sorprende con un dulce beso en la mejilla.

- Sabes que no me gusta verte triste- me dice con una voz suave que me reconforta inmediatamente. Robert nos guía hasta la entrada, donde hay varias personas, entre ellas periodistas y fotógrafos. Nos recibe un señor con un uniforme azul y con un broche en forma de alas con las letras KLM* moldeadas.

- Buenos días a todos, nos complace comunicarles que hoy inaugurarán el primer vuelo aéreo comercial entre París y Roma - hay un sonido generalizado de asombro, Terry no tiene ninguna expresión, mientras que yo recuerdo que la última y única vez que me subí a un avión, fue porque Annie, Archie, Patty y Stear me llevaron a rastras hasta el avión que había construido Stear. Quería que lo ayudara a probarlo y como yo nunca pude decirle que no (aunque sabía muy bien que era muy probable que su invento saliera mal) terminé siendo su conejillo de indias. Recuerdo que el viaje al inicio fue muy emocionante, me gustó la adrenalina y poder ver todo desde las alturas, fue un deseo cumplido el sentirme tan libre como un pajarito. Lo malo fue que el vuelo duró muy poco, el motor explotó a los pocos minutos de haber despejado y terminanos saltando del avión en paracaídas. Comienzo a sudar frío recordando el miedo que tuve al saltar, fue la primera vez en mi vida que realmente pensé que moriría.

- No me digas que las monas le tienen miedo a las alturas - me dice Terry bromeando, mientras mira atentamente mi rostro, yo intento hablarle pero me he quedado muda - Vamos Candy, el viaje es corto - me anima, pero aún no reacciono.

- ¿Pequeña? -

- ¿Amiga? - todos me miran atentamente, pero ya he dejado de escuchar.

- Un vaso de agua por favor - escucho a lo lejos.

- Mi amor háblame-

- Pequeña respira - la sensación de aturdimiento es tan intensa que me comienzan a retumbar los oídos. Miro a Karen hacerme viento con la mano, mientras que Terry me lleva un vaso a la boca, tomo un poco de agua y lentamente regreso de lo que sea que me pasó.

Tu armónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora