Capítulo IX

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Con la información que les dio Nash, la inspectora Kenna, junto con un equipo de la científica, fueron al bosque en busca de la dichosa cabaña

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Con la información que les dio Nash, la inspectora Kenna, junto con un equipo de la científica, fueron al bosque en busca de la dichosa cabaña. Pero no fueron directamente allí, las muestras de lodo en mi cuerpo indicaban que había muerto en una zona cercana, lo que provoco que ellos desviaran su búsqueda y revisaran los alrededores del lago, justo donde habían encontrado la nota en la primera mañana. Pasaron varias horas caminando por el bosque cercano al lago. Hasta que encontraron, a penas imperceptible, un camino de tierra en medio de unos arbustos. Y lo siguieron.

El trayecto era largo, de casi un kilómetro y parecía que había sido transitado con una especie de carretilla. Intentaron sacar un molde de la forma de la rueda, pero se les hizo imposible, habían pasado demasiados días y el clima no había sido piadoso con ese sector del pueblo. Una vez más, habían tardado demasiado en reaccionar y habían perdido otra evidencia que los llevaría con la o el asesino. Resignados, siguieron avanzando al mismo tiempo que registraban todo el camino e intentaban encontrar algo que pudiera servirles, incluso un ticket de compra les serviría. Pero no había nada, mi raptor había sido lo suficientemente listo como para no dejar ni un solo residuo que pudiera incriminarlo.

Doce minutos después, llegaron a una pequeña cabaña algo destartalada. Era de una sola planta y tanto las ventanas como algunos huecos en el techo estaban cubiertos por nailon y cartón. Era bastante claro que estaba abandonada. La primera en acercarse fue Kenna y no tardó en notar las pequeñas gotitas de sangre casi disueltas por el agua de la lluvia. La puerta del lugar estaba entreabierta y de su interior salía un hedor a humedad y basura.

Otros policías se adelantaron y comenzaron a tomar muestras. Primero recolectaron un poco de tierra para cotejarla con la que había en mi cadáver, luego trataron de recuperar la mayor cantidad de sangre posible del suelo, aunque no debieron preocuparse mucho por eso, ya que, al momento en que ingresaron a la cabaña, descubrieron un par de manchas un poco más grandes a un costado, cerca de la pared. En el interior del lugar había unos cuantos envoltorios de galletas y comida chatarra.

—Quiero que fotografíen todo el lugar antes de que muevan nada y que junten todos los papeles, si no son del asesino, significa que Keira paso su primera noche aquí antes de que la asesinaran —dictaminó Kenna, como si el resto no supiera hacer su trabajo.

Ella se quedó a un lado observando como el resto trabajaba. Sus ojos no descansaban ni un segundo. Iban y venían de un lado a otro de la minúscula cabaña. Kenna intentaba encontrar un charco de sangre mucho más grande, mas no estaba allí, lo que implicaba que esa no era el lugar donde me habían quitado la vida. Luego de fotografiar cada centímetro del lugar, rociaron todo con luminol e intentaron impedir el paso de luz por los huecos de las paredes. Al encender la luz ultravioleta, no descubrieron más sangre de la que ya tenían conocimiento. Todo estaba relativamente limpio.

—Mientras que ustedes terminan aquí, el resto del equipo va a acompañarme a buscar la cabaña Cosgraves —le indicó al pequeño grupo que estaba trabajando.

Ella salió del lugar con el resto de su equipo pisándole los talones. Tardaron otros doce minutos en llegar al lugar de inicio y otros veinte caminando y revisando los alrededores hasta que dieron con la imponente estructura de mi cabaña familiar. Esta se encontraba a un poco más de un kilómetro del lago. Contaba con dos plantas para acceder a la primera se debían subir unas escaleras perfectamente talladas con troncos de árboles de la zona, y pasar por la terraza descubierta. La simple vista de la estructura desde el exterior era llamativa. Estaba construida con troncos como pilares en cada esquina, la primera mitad de la pared de la planta baja se encontraba recubierta por piedras oscuras que parecían formar parte de un rompecabezas ensamblado a la perfección. La segunda planta, un poco más pequeña que la primera, contaba con un enorme balcón que, al estar tan alto, permitía apreciar en todo su esplendor al bosque y las montañas a la lejanía. El techo estaba cubierto de tejas negras que simulaban ser de piedra trabajada. Y las paredes de ambos pisos contaban con enormes y relucientes ventanales que permitían ver hacia el interior con una decoración impecable.

Como lo habrán notado, la cabaña de mi familia era uno de los lugares que más amaba de Lercroft. Pasaba allí cada verano cuando me era posible. En ese bosque se podían filmar infinidad de cortometrajes de cualquier género.

Con las llaves que mi padre les había entregado, abrieron la puerta principal e ingresaron a la casa. Lo primero que revisaron fue la sala de estar. Movieron cada uno de los sillones; voltearon cada adorno e incluso los muebles; hurgaron entre las cenizas de la chimenea; abrieron cada libro y revisaron página por página para ver si no les había dejado una especie de mensaje oculto. Yo ya los había vuelto locos con mis escondites de información y se encontraban casi paranoicos revisando hasta en el vidrio si no había escrito algo con la grasa de mis dedos.

Luego pasaron al comedor, después a la cocina, al baño de la primera planta y en cada escalón que llevaba a la segunda. Cuando ingresaron en mi cuarto, ya en el segundo piso, incluso abrieron las almohadas y aún así no dieron con nada. Luego pasaron al de mi padre, a los baños de cada cuarto, a las vigas del techo, en los filtros del jacuzzi, los marcos de las ventanas, la mochila del inodoro. Y nada, no había rastro ni de papeles incriminatorios, fotografías, computadoras, memorias USD, memorias micro SD. No había nada de nada y el único lugar que les quedaba por revisar era el ático.

Ya habían pasado más de una hora con cada habitación y afuera comenzaba a oscurecer. Estaban a punto de rendirse y dejar ir una de las pistas que podían resultar vitales para la investigación, hasta que a una de las oficiales se le ocurrió fijarse en la terraza. Revisó tabla por tabla del suelo hasta que sintió un bulto extraño debajo de una. Con dificultad y la mirada atenta de todos sus compañeros, despegó una pequeña bolsa de nailon rosa de allí. Al ver en su interior descubrieron que Nash decía la verdad. Había una pequeña tarjeta SD que tenía pegada una etiqueta donde con letras bien dibujadas decía «Monique». Mas no le mencionaron a la inspectora que la habían hallado hasta que uno de se encontraba sellada en una de las bolsas de evidencia. A ninguno de ellos les gustaba la forma descuidada en que Kenna hacía las cosas. No les agradaba ni un poco lo desconsiderada que era con los protocolos sobre la evidencia.

Luego de eso, simplemente volvieron al pueblo. El equipo destinado a dejar la evidencia fue hasta la estación y el resto regresó a su casa. Hasta el día siguiente no sabrían qué de lo que habían hallado les serviría. Y aún tan agotada como se encontraba, Kenna no podía parar de pensar que faltaba mucha evidencia, que el asesino o la asesina había sabido deshacerse de todo demasiado bien como para que ellos no lo descubrieran.

Al día siguiente la información que recibieron solo logró confundirla aún más. Las muestras de sangre sí eran mías, pero eran muy escasa, lo que significaba, como Kenna ya sabía, que no me habían asesinado allí. Los envoltorios de comida solo tenían mis huellas, lo que me situaba allí, viva antes de mi asesinato, pero la tierra que encontraron en mi cuerpo les decía que había estado allí luego. Porque sí, las muestras de tierra coincidían en su gran mayoría, el resto, parecía provenir del galpón de mi familia. Pero cuando ellos lo habían revisado yo no me encontraba allí. Y todo eso les indicaba que habían movido mi cuerpo en más de una ocasión. Todo les decía que quien me había asesinado había logrado adelantarse a cada uno de sus movimientos. Parecía que estaban jugando con ellos.

Y por último estaban las evidencias contra Monique. La memoria estaba llena a rebosar de imágenes y archivos que presentaban una evidencia sólida para que la expulsaran de la universidad. Lo que significaba que se le sumaba otro sospechoso a la cada vez más larga lista.

El desvanecimiento de Keira Cosgraves (Completa)Where stories live. Discover now