Perro de fuego

130 21 12
                                    

"No hay separación definitiva mientras exista el recuerdo".

- Isabel Allende

Cap para abrazar a Lau.

……………..

El primer rostro que divisó debió tranquilizarlo. Pidió a los hombres apostados en la entrada no respirar a menos que él lo ordenara, reteniendo el imperante deseo de empujar a Jimin lejos de allí. El sargento Kim Dong Sung era la máxima autoridad en Okpo-dong asignado por el Estado. Su marcial y enjuta figura le daba escalofríos, pero tenía una excelente relación con Jeon. Una sociedad basada en cuestiones que prefería no indagar.

Lo vio mostrarle los dientes, sin que eso significara una sonrisa. Omitió presentar a los tres señores que lo acompañaban. Sus camisas maltratadas por el viaje, sus rastrojos de barba y zapatos llenos de polvo, no menoscababan la altivez de una posición social. El mentón apuntando más arriba de su cabeza era casi una declaración de principios.

Su reverencia fue ignorada.

¿Dónde está Jeon?”

“No lo sé”

“Búscalo. Dile que es urgente. Que alguien les muestre los establos a los soldados. Solo ocuparemos agua y follaje”

Órdenes. Sí, podía seguirlas. Pero ya estaba acostumbrado a tener una sola voz de mando. No muy potente. De tonos adolescentes. Una rama verde. Las ramas verdes son inquebrantables, pensó. La voz rasposa de ese hombre era una corteza marrón, gruesa y reseca. Una voz de muchos anillos. Un árbol añejo. Sin embargo, y pese a toda su molestia, Yoongi le hizo un gesto minúsculo al hombre de su derecha, quien se movió lenta y aprensivamente.

“¿Vas a buscar a Jeon o qué?”

Le espetó antes de entrar en casa ajena, mientras el sol se ubicaba en el punto más alto del día. Un mal día. O un día alarmante. Con una mirada rápida contabilizó una docena de cabezas afeitadas, divididas entre quienes se dirigían con los animales agotados a los cobertizos y quienes se apostaban estratégicamente en torno a la casa. Las carretas, de pronto vacías, se presentaban como grandes cadáveres abandonados a su suerte en el medio del camino.

“¿Yoongi?”

El sonido quedo de su nombre lo ubicó de nuevo en los escalones que poseía el ingreso a la residencia, junto a Park. Sus ojos abiertos hasta el límite. De par en par. Esperando una seguridad que, finalmente y pese a todos los recaudos, Jeon no había podido brindarle ¡Maldito! ¿Dónde se suponía que estaba? ¿Qué era tan importante o más importante que su familia? ¿Por qué todo su poder no había alcanzado para prever un incidente que, si no era peligroso, al menos era estresante?

Le sonrió apenas, enfocado en las tiernas arrugas de su frente. Nunca se había preguntado la edad de Jimin. Siempre había medido el tiempo de su vida entorno a él, mientras que ignoraban mutuamente el pasado que los atormentaba.

¿Alguna idea de dónde puede estar?”

“Lo sabes. Sabes dónde”

Asintió, tratando de activar su cuerpo, paralizado ante las posibilidades.

Escúchame. Sube con Yi Boo. No dejes que nadie entre a esa habitación. Que Hyo Joo atienda a estos señores. Estaré de regreso antes de que cuentes 10”

Pero Jimin movió su cabeza de un costado a otro y cuando lo hacía, Yoongi encontraba una pared difícil de derrumbar y a la que había aprendido a escalar con relativo éxito. 

No y no. No dejaré a una mujer sola…”

“No estará sola. Mandaré a Cho a cuidarla. Tú hazte cargo del bebé. Jungkook te trajo para eso. Y es lo que harás”

“También la trajo a ella. ¿Por qué crees que lo hizo? ¿Por caridad? Todos los que estamos en este lugar estamos por una razón: por Jeon Jungkook. Supongo que esa es la clave ¿no? Je-on Jung-kook”

De pronto la imagen delgada de Hyo Joo, traída desde un punto incierto de Corea, usando vestidos holgados para ocultar un prominente abdomen le gritó ingenuo desde el fondo de su cerebro. Era muy inútil tratar de seguirle el paso a Jeon. De entender sus relaciones. Sus vacilaciones. Sus búsquedas desesperadas. Sus tratos con el diablo.  

No tenemos tiempo para esto”

“No. Desde luego que no”

Y una terrible punzada le atravesó las costillas al ver cómo era tragado por la puerta, hacia un lugar donde no podría protegerlo. Su menuda y preciosa figura, que una vez fue quebrada, desapareció.

Yoongi forzó a su caballo tanto que temió matarlo en el camino. Maldiciendo a Jungkook. Pensando en los gritos. Nunca había podido limpiarse la mente de esos gritos. Jimin pedía morir. Pedía por favor mientras se ahogaba en llanto y vómitos. Pedía morir en el momento en que era violado y después, porque no había un fin posible para un acto así de aberrante. Él había jurado que no volvería a pasar por un tormento similar, nunca. Que antes empalado que verlo agonizar de esa forma. Y enterraba las espuelas en las carnes del noble animal para alcanzar al responsable de lo que sucediera de allí en más.

……..
   
En la cama había aprendido a perder el control: con él, que había sido paciente y soportado extensos silencios y, aún más, extensos rechazos. Le dijo que sí a todo, incluso cuando lo apartaba de un manotazo para ir en busca de rameras. Le besó los pies mientras regresaba de su rol de padre, asqueado de sí mismo, porque no entendía lo que significaba ser padre. Masajeó su espalda para liberarlo del peso de ser un hombre con poder y responsabilidades. Poco a poco se fue desnudando de rostro. Entregándose por gramos. Porque, aunque nadie lo sospechara, Jungkook tenía miedo.

LA ISLA [Completa]Where stories live. Discover now