Capítulo 4

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-¿Puedo ir al Bosque Prohibido?

   No era la primera vez que Harry preguntaba algo así en las dos semanas que llevaba en esa casa, pero…

-Hoy no, Harry.

   …siempre recibía la misma respuesta.

   Al final, la casa y familia de ensueño que creyó encontrar aquí, se había vuelto una especie de prisión, cuyos carceleros lo trataban de manera amorosa y atenta (incluso Bella, aunque Harry no quería que se le acercara más de lo necesario), pero que no lo iban a dejar salir tan fácil.

   Al principio pensó que era porque estaban preocupados por él, después de todo era razonable siendo que justamente se había lastimado estando en el Bosque Prohibido, pero luego ya empezó a sonar bastante a excusa lo que le decían para negarle la salida; Snape recordando de repente que tenía un asunto pendiente, Bella diciendo que debía ir al teatro… todo siempre terminaba con un “Lo siento, no puedo acompañarte ahora. Otra vez será”.  Ni siquiera considerar la posibilidad de ir solo, por supuesto, ya que esto estaba fuera de discusión con un NO rotundo.

   Harry no había puesto un pie en la calle desde el día que llegó a esa casa, ni siquiera para asistir a la cita con el psiquiatra en San Mungo. Tampoco era algo que lamentara haber perdido, realmente, pero no dejaba de resultar sospechoso que le impidieran incluso eso cuando se suponía que estaban tan preocupados por su salud.

   Otra cosa que resultaba extraña era que no había recibido visitas, ni de amigos ni de más familiares. Estaban en vacaciones, ¿no se suponía que eso era lo habitual?

   Algo estaban ocultando. Algo que no era bueno.

-Hoy es un día dedicado a la familia –dijo Bellatrix llegando desde la cocina con un tazón repleto de chucherías que colocó sobre la mesita de centro –Y hace tiempo que no miramos una película juntos –agregó con un entusiasmo que al muchacho ya empezaba a hacérsele familiar en ella, pero no por eso podía dejar de ver a la otra Bellatrix.

-Entonces lo haremos hoy –aprobó Snape sentándose en el sillón frente a la televisión – ¿Qué película tienes en mente? –Preguntó a Bella antes de dirigirse a Harry –Siéntate –le indicó palmeando un lugar a su lado –El bosque seguirá allí, Harry, podemos ir cualquier otro día –repitió cuando vio que el muchacho no se movía de donde estaba parado.

-Podríamos ir como familia al bosque –dijo con intención – ¿O acaso hay algún problema?

   Severus y Bellatrix se miraron significativamente, como si estuvieran teniendo una larga charla en silencio. Sus rostros se veían intranquilos.

-¿Qué problema habría? –Inquirió Severus, volviéndose a él luego de unos segundos –Simplemente me parece que es mejor que dejemos la visita al bosque para después,  hoy el día invita a quedarse en casa. ¿Qué película pensaste, Bella? –Preguntó, sin dejar que Harry agregara nada más.

   El muchacho apretó los puños con rabia, no le gustaba que lo trataran como si fuera un niño al que se le promete algo sólo para evitar un berrinche de su parte, y sabía que eso era exactamente lo que estaban haciendo ahora mismo con él.

-¿Por qué no me parezco a ninguno de ustedes?

   Ambos adultos parecieron ser golpeados por un hechizo de inmovilidad total ante esas palabras. Bella con una mano suspendida en el aire justo en el momento que estaba por tomar un DVD de la repisa. Snape a medio movimiento de alcanzar el tazón de la mesita de centro.

>Salvo el cabello negro, no tenemos nada parecido –agregó Harry con una sonrisa inocente. Lo trataban como un niño, se dijo internamente, pues bien tendrían a un niño.

    Que empezara la hora de las preguntas.

-¿Y por qué deberías parecerte a nosotros, cariño? –Preguntó Bella, saliendo de su aturdimiento, la voz un tanto insegura –No eres nosotros. Eres tu propia persona. Eres un ser único.

   Harry casi rodó los ojos, eso había sonado a una excusa muy bien pensada. Era seguro que ya lo habían planeado con mucho cuidado por si la pregunta llegaba a surgir. 

-Pero soy su hijo, –insistió – ¿no deberíamos, al menos, tener algunos rasgos parecidos? Ninguno de ustedes tiene los ojos claros.

-Nosotros no, pero en la familia hay algunos que los tienen –indicó Severus. La voz de él era más segura, sin titubeos. Acostumbrada a mentir –Tan verdes como los tuyos –dijo con una sonrisa.

-Seguro –murmuró el muchacho, y esta vez no pudo evitar rodar los ojos, luego simplemente se dio media vuelta y salió de la sala hacia su habitación.

   Nadie lo detuvo.

**
  

   Harry sabía que acababa de comportarse como un mocoso malcriado (tanto que le recordó a Draco Malfoy), pero no había manera de que se arrepintiera ahora mismo de su comportamiento. Realmente no.

   Lo que sucedió allí abajo le hizo pensar. No había necesidad de que le mintieran con respecto a que ellos no eran sus padres biológicos, y que lo hicieran sólo le llevaba a preguntarse por qué. Por qué lo hacían. Qué necesidad había cuando era tan notorio que no tenían lazos de sangre. Y si mentían con algo así de evidente, ¿qué otras cosas más grandes también estaban ocultando?

   No le gustaba eso, por alguna razón le hacía sentirse traicionado.

   Ya no desconfiaba de que fueran mortífagos, eso estaba muy claro después de que hubiera inspeccionado la casa de punta a punta por si encontraba algo sospechoso o que le demostrara que su teoría de un mundo alterno no era del todo cierta. Sólo hubo una ocasión en la que realmente creyó que había ido a parar a la boca del lobo, y eso fue el primer día que estuvo en esa casa; esa tarde había entrado a la cocina por un vaso de agua, y se encontró con Bellatrix quien aparentemente estaba cocinando… su varita sobresaliendo levemente del bolsillo de su vestido de verano. Harry quedó aturdido al verlo, pero se recompuso enseguida, su instinto de supervivencia haciéndose cargo del asunto, saltó hacia delante y le arrebató la varita… que resultó ser nada más que un pasador de cabello. Lo peor fue que Bella, creyendo que estaba jugando con ella, lo apuntó a su vez con una cuchara de madera, una sonrisa radiante en sus labios. Tuvo que ocupar todo su autocontrol para salir de la cocina después de haber arrancado la cuchara de las manos de la mujer dejándola caer al suelo junto al pasador, con una absoluta rabia al darse cuenta de su absurda equivocación, mientras ella le daba un mirada dolida. La misma mirada que luego acompaño sus pasos fuera de la cocina.

   Harry bufó, intentando de esa manera sacudirse el inmenso vacío que aún podía sentir en su interior cada vez que pensaba en el hecho. Se acercó a la ventana que daba al patio trasero, intentando despejarse de sus recuerdos, desde donde se podía ver claramente el Bosque Prohibido.

   Tan cerca del lugar que posiblemente lo llevaría a su mundo, pensó. Pero a la vez tan lejos también...

   El ruido de una motocicleta le hizo mirar hacia la calle que separaba el fondo de su casa del Bosque Prohibido, su vista cayendo sobre la alta figura de Rubeus Hagrid que caminaba con suma parsimonia por la vereda, como si no tuviera ningún apuro para llegar a su destino. O como si lo estuviera esperando, deseoso de que se uniera a él, en una invitación que no podía dejar pasar.

   Harry miró hacia la puerta de su habitación, no podía salir por allí, no con sus dos carceleros abajo. Volvió su vista a la ventana, Hagrid no parecía haber avanzado nada desde la última vez. Realmente parecía estar esperándolo.

   Entonces tomó su decisión, se subió al alfeizar de la ventana y saltó.

LA NOTTE ETTERNAWhere stories live. Discover now