Capítulo 8

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En una de las múltiples realidades existentes en el universo, Harry Snape moría a causa de una falla respiratoria, dejando tras de sí a Bellatrix y Severus, sus padres adoptivos, inmersos en una gran desolación.

En otra realidad completamente diferente, un Harry Potter se moría por dentro viendo los cuerpos de Bellatrix y Severus, dos conocidos mortífagos, mientras a su alrededor todos festejaban el fin del reinado de Lord Voldemort que acababa de sucumbir bajo su propio hechizo rebotado al intentar nuevamente sacar del medio a la única persona capaz de derrotarlo.

Muchos recordarían a Harry Snape.

Todos enaltecían a Harry Potter... Nadie se daba cuenta de cuánto sufría.

Pero esto era lo que él había elegido, lo que había decidido cuando Dumbledore se lo preguntó; se suponía que debía estar feliz, pero la realidad era otra totalmente diferente... Se sentía vacío, sin fuerzas. Tan infeliz.

-Harry.

La voz de Hermione le llegó de uno de sus costados antes de sentir el toque en su brazo.

-Ellos no eran malos -susurró Harry, intentando dar una explicación a su incomprensible actuar de estar frente a los cuerpos de los dos mortífagos y no festejando como el resto de las personas -Sólo no le dieron la oportunidad de decidir.

-Harry -repitió su amiga, sonando desconcertada y ya no solo cansada y feliz como unos segundos atrás.

-Pudieron haber tenido otra vida, Hermione -dijo, mirando por primera vez a su amiga y causando una gran impresión y preocupación en ella. Se lo veía tan abatido, tan roto -Una más feliz. Con un hijo, tal vez.

Hermione no supo qué decir y simplemente abrazó a su amigo cuando éste se puso a llorar de una manera descontrolada y desgarradora, llamando la atención de cuantos lo rodeaban.

Nadie entendía qué estaba sucediendo realmente, pensando que posiblemente Harry había salido del estupor iniciar y al fin podía sentir el alivio y la alegría de haber vencido al Mago Oscuro. No sabían que en realidad estaban muy lejos de la verdadera razón de esa angustia...

*Tú, quien la eternidad ha puesto en tus brazos mi vida.

Tú, que de otro mundo soñaste, de otro amor.

Pero ya no sé de quién soy. Ay, costa desolada de mi estado infeliz.

Como el cielo que uno no puede ver, en tinieblas está tu corazón.

Como aquel que tanto mira la noche eterna...

¡Llévame allí!*

Ese último grito logró despertar a Harry, sacándolo del sueño turbulento y perturbado que lo aquejaba, justo a tiempo para apreciar el momento que todos se ponían de pie rompiendo en un gran aplauso.

Harry, como los demás, también se colocó de pie aunque por la simple inercia, tambaleándose un poco al hacerlo.

-¿Estás bien, hijo?

La voz le llegó amortiguada, casi perdiéndose en el estruendo de los aplausos, pero aun así pudo notar el tinte preocupado.

Severus Snape estaba medio inclinado hacia él, sujetando uno de sus brazos, la atención dividida entre el muchacho a su lado y Bellatrix en el escenario.

En ese momento Harry dio rienda suelta al llanto que parecía oprimirle por dentro, abrazando al hombre de negro con una fuerza capaz de romper las costillas como en sus sueños había hecho con su amiga Hermione.

"Fue un sueño. Sólo fue un sueño". Se repetía una y otra vez sin soltar a Snape, su padre, y sin poder dejar de llorar.

Sólo un sueño como muchos otros que de tanto en tanto venían a aquejarle, a atormentarle, mostrándole lo que hubiera sido si decidía volver al mundo mágico cuando Dumbledore (o en realidad la magia tomando la forma de alguien conocido, como se dio cuenta después) le dio la opción de decidir.

Esa vez solo había dudado un segundo; sus amigos lo necesitaban, el mundo mágico lo necesitaba, pero Severus y Bella, sus padres, lo necesitaban también.

Ellos dos más que nadie.

Sí, quizás aquí no tenía a sus amigos, sus padres (Lily y James) no eran la imagen perfecta que él recordaba, la magia no existía más que en libros; pero tenía todo lo demás que siempre había deseado, que siempre se le había negado. Lo único que quedaba de aquella vida eran esos sueños que solía tener, los cuales afortunadamente no sucedían siempre, pero que le mostraban lo afortunado que había sido de tener una segunda oportunidad. Así como también lo habían tenido Bella y Severus.

Aun recordaba ese día que se despertó en el hospital, con todos los recuerdos de lo vivido con ellos en su mente entremezclándose con lo que acababa de dejar atrás. No le habían alcanzado las palabras para pedirles disculpas por su comportamiento de las últimas semanas, así que simplemente los abrazó llorando, intentando trasmitirle de esa manera todo lo que no podía decir, cuántos los amaba. Cuánto los extrañaba...

-Dime que sucede, hijo. Me estás preocupando.

La voz de Severus en su oído le hizo salir de sus pensamientos, percatándose nuevamente donde estaba. Esto era uno de los teatros de París, era el estreno de su madre en la Notte Etterna.

No estaba en Hogwarts. No había guerra ni Voldemort.

Estaba a salvo. Estaba con sus padres.

-Sólo... estoy feliz -pudo murmurar después de unos segundos en los que supo que su voz no le saldría tan rota por el llanto -Mamá lo hizo muy bien, ¿no lo crees?

-Lo hizo excelente, como siempre. Pero eso nunca te había hecho llorar.

-No le digas que lloré -se apresuró a decir, separándose de los brazos del hombre, la vergüenza ganando terreno. Estaban rodeados de gente y él comportándose como un bebé quejica, se reprochó internamente, las mejillas ardiendo en rojo -Ya sabes cómo es mamá. Se preocupará.

-No lo haré -le prometió su padre, limpiándole algunas lágrimas rebeldes que aun escapan de sus ojos verdes -Y sí, sé cómo es. Lo peor no será que se preocupe, sino que piense que al fin logró meterte la ópera en las venas -agregó sonriendo -Querrá que la acompañes a todos sus ensayos. Incluso querrá que vaya yo también.

Harry sonrió, mirando el escenario donde su madre recibía un ramo de rosas de parte de un niño; luego se giraba hacia ellos, su familia, los ojos húmedos por las lágrimas, pero aun así una enorme y brillante sonrisa en sus labios.

-Y yo no tendría ningún problema en hacerlo -respondió el muchacho, devolviendo el saludo a su madre, sus propios ojos húmedos a causa del llanto anterior -Si es con ustedes, soportaría hasta la noche más eterna...

Severus volvió a abrazarlo, sonriendo.

Era verdad, pensó, juntos, los tres, podrían soportar la Notte Etterna.


*La Notte Etterna de Emma Shapplin.

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